03 Abr Inma Heredia… Una sevillana en el corazón de New York
“En la escuela pública me han enseñado humanidad”
De las aulas a los escenarios. Así se pasa la vida esta mujer que ha dado nuevos aires al teatro en español en Nueva York
Llegó a Estados Unidos con un título de filología inglesa bajo el brazo y hambre de ser actriz. En las aulas entró cantando, porque para sobrevivir en la escuela pública “si tienes sentido del humor y eres artista, aún mejor”.
Primero en Los Ángeles, luego en la Gran Manzana, Inma Heredia ha ido dejando su huella también en la escena teatral. Sus personajes en “Divas de España” o “Mi audición con Almodóvar” mezclan la copla con el Spanglish y altas dosis de humor. La “comedia con el folclor” llama ella a su arte.
Pregunta. Sevillana de Écija en Nueva York. ¿Cómo se lleva eso?
Respuesta. Bueno, soy andaluza y me gusta que me consideren ciudadana del mundo porque en realidad somos del universo, ¿no? Siempre me ha gustado mucho viajar. Desde muy pequeña tenía fascinación por personas de otros países y por otras culturas. Entonces la vida me trajo a NY, que es una ciudad como cualquier otra gran ciudad. Un poquito complicada a veces, pero que te ofrece la oportunidad de estar continuamente aprendiendo, conociendo a personas del mundo entero, lo cual es súper enriquecedor.
P. Tu currículum dice que eras una estudiante aplicada.
R. Bueno, además de estudiar viajaba mucho. Siempre había ido los veranos a otros sitios. Hice mi año de Erasmus en Londres, cuando no lo hacían muchos estudiantes y era difícil conseguirlo (risas). Y después de terminar la carrera me salió un doctorado en Boston.
Estuve en una universidad y también haciendo algunas actividades artísticas. Volví a Sevilla e hice el CAP, porque mi padre me dijo: “sin el Certificado de Aptitud Pedagógica no te vas a ningún sitio”. Ese verano yo tenía otro plan: irme a Londres y hacer el CAP a distancia. Pero mi padre me lo dejó muy claro: “tú te vas por el mundo, pero cuando tengas eso hecho”. De lo cual me alegré luego porque es mucho más fácil hacer las cosas presencialmente que a distancia.
Luego de hacer mi CAP pensé: ¡Ah, ya que estoy aquí voy a hacer las oposiciones! Porque claro, todo el mundo lo pintaba como que era la vida maravillosa y perfecta, lo de ser funcionario, y tener un trabajo para toda la vida. Lo cual es una garantía de que vas a poder vivir.
Me parece perfecto si ese es tu sueño, pero en mi caso, durante el proceso, me di cuenta de que ése no era mi camino. El destino me quería en otro lugar. Y ese mismo año solicité entrar en el Programa de Profesores Visitantes en Estados Unidos. Me admitieron y me asignaron Los ángeles.
P. Tu carrera terminada y rumbo a las Américas. No perdiste el tiempo.
R. Estudié filología inglesa porque me apasionaba, igual que me apasionaba el teatro. También creo que la sociedad te mete en la cabeza –desde niña lo escuchaba– que no se puede ganar uno la vida como actriz, tienes que hacer una carrera aparte. Pero no me arrepiento de nada porque hice esa carrera con mucho amor y mucho gusto.
Haber estudiado inglés, y la literatura inglesa en profundidad, me ha abierto muchas puertas como actriz
P. ¿Te marcó aquel pulso con padre: “o haces el CAP o no vas a ningún sitio”?
R. En ningún momento él me prohibió nada, entre otras cosas porque yo soy un ser libre que me hubiera ido si hubiera querido, pero sí fue la primera vez que se puso muy serio conmigo. Mi padre no es tampoco el típico padre. Es muy abierto y apoya mis iniciativas… mientras no lo molestes mucho a él. Nunca le he pedido dinero para mi carrera artística, pero si lo hubiera hecho creo que me habría ayudado.
P. Cuando te viniste a Estados Unidos allá por 2000 no había tantos jóvenes españoles emigrantes, como ocurrió luego durante la crisis económica. ¿Tuviste la sensación de que eras diferente?
R. Bueno, siempre he sido muy aventurera y siempre he tenido muchas ganas de explorar el mundo. Esto es algo que mis amigos apoyaban. A lo mejor ellos no se lanzaban, pero para ellos fui una inspiración: “¡Ay Inma, qué interesante!”, me decían (risas). Pero también he pasado por momentos difíciles, porque el primer año en Los ángeles fue muy duro.
Había viajado por Europa, pero Los ángeles es completamente diferente. Tampoco es como Nueva York, que es súper europea. En Los ángeles tuve que aprender a conducir porque allí no hay otra manera de desplazarse. Recuerdo que me daba muchísimo miedo meterme sola por las autopistas. Y llamaba a mis amistades para que me acompañaran. Me desesperaba tener que pedirle a alguien que viniera conmigo cada vez que iba a algún sitio.
P. ¿Cómo fue el salto de Los Ángeles a Nueva York?
R. Bueno, tuve que volver a Madrid para una nueva entrevista en el Ministerio de Educación. La gracia es que me dijeron: “¿tú cantas, no? Pues vas a cantar en la entrevista también”. A estas personas, que trabajan para del Departamento de Educación de Nueva York y vienen a España a hacer las entrevistas, les pareció excelente, porque para sobrevivir en una escuela pública en Nueva York tienes que ser no sólo muy fuerte. Si tienes sentido del humor y si eres artista, aún mejor.
Porque el artista ayuda al profesor y el profesor al artista
P. ¿En qué barrio de la Gran Manzana aterrizaste?
R. Ellos no te dicen dónde vas a ir exactamente. Al principio me asignaron un distrito del Bronx. Aquella escuela era muy complicada y desde que pude pedí traslado cuando supe que se había abierto una plaza en Brooklyn.
Lo bueno también de Nueva York es que empezaba a enseñar inglés en este país. Mucho más en lo mío que en Los Ángeles, donde tuve que dar clases de todo un poco a niños de primaria.
P. No había muchos españoles enseñando inglés en la escuela pública entonces
R. Claro, y a muchos les extrañaba. ¿Y sabes qué? Conseguí trabajo porque estaba cualificada. Tenía mi título de filología y cuando llegué a Los Ángeles, hice un máster para enseñar inglés. Mientras tengas tus títulos y las certificaciones del Estado correctas, ¿que te piden dar clases de una determinada asignatura?, pues estás cualificada para hacerlo. Al principio creía que era la única de otro país dando inglés. Me equivoqué, muchos profesores que conocí luego procedían de otros países. El acento es lo de menos. Se trata de enseñar un idioma, que es diferente.
De hecho, muchas veces las personas que hemos aprendido un idioma más tarde lo enseñamos mejor que un nativo. En una escuela me dijeron, “pero, ¿cómo la vamos a poner en inglés si usted es de otro país?”. Bueno, pero estoy cualificada.
Luché mucho hasta que me dieron el trabajo, porque siempre he sido muy guerrera. Mis estudiantes siempre han salido muy bien en las pruebas de inglés que hace el estado de Nueva York. Me imagino que en eso algo habré tenido yo algo que ver (risas).
P. Y las escuelas donde has trabajado, ¿qué te han enseñado a ti?
R. A mí me han enseñado todo. ¡Muchísimo!. Me han enseñado humanidad, porque ahora estoy con adultos, pero antes eran niños. No sólo los niños procedían de muchos países. Mis compañeros que enseñaban en la misma escuela, cada uno era de un país distinto, cada uno con su propia religión, cada uno con sus comportamientos. Entonces he aprendido mucha humanidad, que yo creo que eso a la actriz la ha beneficiado mucho porque he aprendido a ver muchas situaciones de la vida.
Tuve la suerte de crecer en una familia de clase media normal. Las cosas que he visto aquí no las había visto nunca en España. No quiere decir que no existan también en España, sino que yo no había estado en ese entorno.
P. No debe ser fácil para personas de procedencias tan dispares integrarse en una urbe como esta.
R. Muchas familias no están estructuradas. Arrastran historias de inmigración muy tristes. Gente que vino muy joven dejando a los hijos lejos al cuidado de sus familiares. Y cuando estos inmigrantes por fin pueden traer a sus hijos, estos ya tienen doce o trece años.
La integración en la escuela es difícil pero también el trato con sus padres, prácticamente unos extraños para ellos, por mucho que hablaran por teléfono. Acuérdense que las tecnologías tipo Face Time y todo eso, eso es de ahora. Eso no existía hace algunos años. Muchas veces, a quienes realmente reconocían como su madre era a una tía, una abuela, no a la madre de verdad.
En su trabajo con personas adultas en la escuela pública Inma Heredia ha tenido muchas alumnas inmigrantes. “Hay veces en que tengo que llamar a los maridos y explicarles: ‘Mire, es muy importante que su mujer venga a clases de inglés’
P. ¿Esto es común?
R. Esto era muy común; creo que es común todavía hoy. A mí me parte el corazón. Y luego, cuando enseñas a los adultos, escuchas historias de alumnas que tú ves tan normales y son tan valientes, que han cruzado fronteras, que han nadado ríos, que son supervivientes de historias muy trágicas.
P. El Bronx, Brooklyn… Has trabajado en barrios transformados por los inmigrantes ¿Dónde estás ahora?
R. Sigo trabajando con adultos en Queens, aunque ahora ya no enseño, sino que coordino las clases, lo cual me obliga a recorrer más escuelas y estar en contacto con más gente. Hay una gran población musulmana en Astoria (una sección de Queens). Muchas de estas mujeres, cuando vienen a clases de inglés, tienen dos realidades distintas: o no han estudiado nunca o llegan con un título universitario bajo el brazo.
A las que son universitarias, les digo: tú no has venido a este país a ser mamá y a estar limpiando, que ser mamá está muy bien, pero tú eres universitaria. Hablo de mujeres con títulos en Ciencias, Tecnología, Biología. O sea, en campos científicos, y esto me llama mucho la atención.
Hay mujeres de Egipto, Marruecos, muy preparadas, pero que han venido porque se han casado con alguien. Hay veces en que tengo que llamar a los maridos y explicarles: “Mire, es muy importante que su mujer venga a clases de inglés”.
Para mí también es muy interesante este contacto porque me hace ser más abierta de mente y comprender un poco a la población de un país como Bangladesh, inmenso… Para muchas de estas mujeres, acudir a una clase de inglés es lo único que hacen para ellas mismas. Se pasan el día cocinando, con niños. La pena es que muchas de ellas sí que han estudiado en sus países, pero con esto de la sumisión al marido todavía les resulta muy difícil buscar trabajo.
P. Pese a todo este mundo tan interesante en el que estás involucrada, en alguna ocasión has comentado que la enseñanza no es exactamente tu gran pasión, sino que es un medio de vida, y que te gusta sobre todo la interpretación, el teatro.
R. No me gustaría que la gente piense: ‘Ay, ella hace eso porque no tiene otra cosa’. Cuando estudié filología lo hice con mucha ilusión, y llegué a la enseñanza con muchas ganas.
Siempre he tenido dos pasiones: la enseñanza y la actuación. ¿Qué pasa? Y esto es muy importante, aquí no existe la libertad de cátedra que hay en España. Entonces, desde el momento en que tienes que crear una programación de clases muy exigente; cuando tus superiores entran en tu clase cada dos por tres para evaluarte, esto te crea bastante estrés. Está muy bien que vengan a darte buenos consejos para tú aprender, pero realmente no es el caso. No vienen para que tú aprendas. Vienen a evaluarte y son tus jefes y de esa evaluación depende que tengas o no trabajo.
Bajo esa presión –porque aquí se enseña el doble de horas que en España; si no el doble, muchas más– y el trato que le dan al profesorado, empiezas a desencantarte. No es que no me guste la enseñanza, porque a mí comunicar me encanta, sea desde un escenario o sea desde una clase. Pero si a ti te dejaran comunicar libremente y hacer tus cosas como tú quieras, sería mucho más placentero. En la situación en la que estoy sí que digo que me gustaría dedicarme solamente a ser actriz.
Inma Heredia también ha participado en varias películas como actriz dramática y en papeles cómicos. En última aparición en un corto titulado “Derive”, hace el papel de Fernanda, una madre de clase trabajadora que se enfrenta a la marcha de su hija a otro país para seguir sus sueños de reportera en un canal de televisión
P. Una queja habitual de los maestros es la excesiva burocratización de la enseñanza y de la falta de libertad que tienen para impartir clase.
R. Cuando empecé hace unos años las cosas habían empezado a cambiar. Se trabaja más a gusto. Había directores a la antigua usanza que tenían un punto de humanidad. A todos ellos los han obligado a jubilarse. Las personas con responsabilidad ahora vienen de otra escuela. Les falta calidad de liderazgo y preparación.
A mí no me molesta tener un trabajo, pero lo que no puedo tener es un trabajo que me esclavice de tal forma que no me deja hacer mi otra pasión. A mí me encantaría, por ejemplo, enseñar de otra forma y a tiempo parcial. Pero, si haces eso fuera del sistema público casi no te da para vivir. Al enseñar a tiempo parcial, ya te quitan tu seguro médico. O te pagan tan poquito que no te da para pagar un alquiler en Nueva York. Lo que no me gusta es el nivel de estrés. La gente me encanta. Pero para desarrollar tu carrera como actriz, no puedes estar ocho horas en un colegio.
P. ¿Te resultó fácil aterrizar en el mundo del teatro?
R. Me resultó muy fácil. Soy muy positiva, y ¡cuando algo está para ti, está!. Nada más llegar a Nueva York compré un periódico para actores donde vienen todas las audiciones y conseguí un papel en una obra. Trabajé con actores desconocidos pero muy talentosos. Con el tiempo, algunos de ellos han tenido carreras exitosas en el cine y en el teatro.
P. ¿Qué obra era?
R. Se titulaba Beauty Parlor, una obra bilingüe que se hizo en el antiguo teatro Copacabana. Un gran éxito. Otros actores con más rodaje no se lo creían: “Esto no es muy normal… una obra independiente (Off Broadway) con 300 personas en el público”. Para mí era normal, ¡como que hubieran venido 500!
P. Después de aquél primer bolo, ¿qué tal te fue?
R. El primer año trabajé muchísimo, una cosa detrás de la otra. Fue un año muy bueno astrológicamente (risas) porque hice también otra obra de mujeres donde escribíamos nosotras los textos. También trabajé en una producción mexicano-estadounidense, una historia toda en inglés, y yo con mi acento. Creo que resultó ser una ventaja porque me decían: “¡Ah, eres auténtica!”.
Es verdad que no ganaba para poder vivir de ello, como en Broadway, donde los actores sí tienen el sueldo que se merecen. Pero si te gusta y quieres estar en activo, no queda otra.
P. ¿Te ha costado dinero el teatro?
R. A mí me ha costado, y creo que a mucha gente. Pero más que decir que me ha costado dinero diría que he invertido mi dinero con mucho cariño en lo que me gusta. Siempre te estás formando.
P. Hay un momento en el que decides producir tus propias obras y ponerte en el centro del escenario. Surge entonces la tonadillera con raíz cómica andaluza, todo salpicado con monólogos en Spanglish. Un gazpacho estupendo, ¿no?
R. Bueno, es que la vida te va llevando, porque siempre me gustó mucho cantar. Me di cuenta de que las coplas de mi tierra, por ejemplo, eran como obras de teatro, pero en canción, ¿no?, como la primera copla que aprendí, La zarzamora. Si te fijas en la historia de La zarzamora es como… ¡guau! Esto es como una obra de teatro, pero en canción.
De pronto me dio por cantar y cantar. Al llegar a Los Ángeles, cada vez que pedían actores para algo decía: ¡pues yo quiero cantar! Llevaba mis vestidos, mis cosas y ahí cantaba. Y después fui evolucionando y me pasó algo muy curioso con el público. Empecé a traducir un poquito lo que estaba cantando para que la gente me entendiera. Si cantaba Pena, penita, pena, de Lola Flores, hacía como un paréntesis y le decía al público: “Esto es más o menos: Oh, Grief, my Grief…” Y noté que les hacía mucha gracia. Como que el universo te lleva, ¿no? Así, sin buscarlo, fui desarrollando el estilo de la comedia con el folclor, que creo que soy la única que hace eso, de momento, no sé.
Aunque tú no lo busques, el destino te lleva a lo que tienes que hacer sobre un escenario
P. ¿Y tu contribución al teatro en español en Nueva York?
R. Creo que ha sido importante, sin ser yo tan importante, porque aún estoy en el camino. Pero me parece que he traído aire fresco, algo diferente, hablando inglés con mi propio acento. Creo que he trasmitido cómo nos sentimos las personas de otros lugares. Y también un sentimiento positivo, de que cualquier persona puede conseguir su sueño si lucha por lo que quiere en la vida.
P. ¿Y qué te ha sorprendido cuando has hecho estas comedias con raíz folclórica andaluza? ¿Qué te ha sorprendido del púbico?
R. El público recibe estos espectáculos maravillosamente. Cuando he hecho el homenaje a las divas de España tenía dos funciones. Una estaba pensada para las personas que no tenían idea de quiénes eran nuestras grandes folclóricas y otra para la gente que ya las conocían de antes y querían volver a escuchar las coplas de toda la vida.
En sus espectáculos, Inma Heredia es la única protagonista. Hizo “Divas de España” para celebrar su admiración por las grandes cantaoras de la copla, “y para dar a conocer al público el esfuerzo que conlleva llegar a ser una diva”
P. ¿Y qué divas hiciste tuyas?
R. Las divas de mi espectáculo son Rocío Jurado, Sara Montiel, Charo y Lola Flores. Charo, aunque nació en Murcia, es una artista que se desarrolló en Estados Unidos. Al público estadounidense les resulta familiar Charo y, en general, no conocen a las otras tres.
Los latinos conocen a nuestras tonadilleras, pero no a Charo. Hice esa mezcla para involucrar al público porque una de mis misiones es lograr la inclusión de una audiencia diversa.
Para darte un ejemplo –y esto es verdad–, te puedo dar fe: A mis espectáculos vienen desde organizaciones gay hasta grupos de monjas, ¡y todos se llevan estupendamente! Personas que pueden tener diferentes sensibilidades disfrutan de un espectáculo unidos por la risa y la comedia. Por eso uso los dos idiomas e incluyo elementos para que todo el mundo pueda reconocer algo.
P. El público hispano que viene a verte se sabe las coplas de ‘pe a pa’. Para ellos escuchar en vivo las coplas de toda la vida es toda una experiencia.
R. Les encanta, les encanta. Mucha gente dice: “Ay, me llevaste a una época cuando yo era pequeña y mi madre cantaba estas canciones”. O, “Me llevaste a lo que cantaba mi abuela”, y eso es muy bonito también. Hacemos nuestro arte con mucho amor, y el que viene es bien recibido.
P. ¿Y qué pasaría si un día tras subirte a un escenario acabas convertida en una artista famosa? ¿Cómo viviría eso?
R. Bueno, a mí me encantaría ser una grandísima estrella, por supuesto. ¡vamos, y el que te diga otra cosa no te está diciendo la verdad! (risas) Porque, ¿a quién no le gusta que vengan a verte diez mil personas? Hombre, eso es maravilloso… Ahora, lo que nunca me gustaría es perder mi libertad.
Hay veces que lo pienso y digo: esas personas famosas, que tienen que llevar seguridad a todos los sitios, eso, para mí, que soy una persona tan libre, sería un poquito incómodo. Yo ahí tomo de referencia de los grandes cantaores de flamenco.
Hay veces que voy a la playa en España y me encuentro a Aurora Vargas, que es una gran cantaora, vive de su arte y yo la veo muy tranquila paseando por la playa sin que la moleste nadie. Esa es mi referencia, ¿entiendes? Llegar a ser lo suficientemente famosa por mi trabajo, pero tener una vida privada tranquila. Porque sin el maquillaje y los vestidos y todo, cuando voy con la cara lavada por la calle, nadie me conoce. Estupendo ¿sabes?
P. Una de tus producciones más exitosas fue “Mi audición para Almodóvar”, donde muestras tu admiración por el cineasta y sus mujeres. ¿Has sacado algo en claro de ese coqueteo con director manchego? ¿Y si te llamara Pedro?
R. !Ay, me encantaría!, pero Pedro Almodóvar es un señor muy ocupado, con acceso a trabajar con cualquier estrella, porque es un director maravilloso. No sé si él se va a fijar alguna vez en mí, pero yo me acuerdo de él todos los días (risas).
Siempre le digo: “mire yo le agradezco tanto…”. Se lo digo desde el alma, ¿no? porque no tengo acceso a decírselo en persona… “Usted me ha enseñado tanto y me ha inspirado tanto”. Lo que sí es muy bonito es que, vaya por donde vaya, aunque muchas veces la gente no sabe que soy actriz, al entrar a un sitio me dicen: “¡Ay! Usted se parece mucho a las chicas de Almodóvar”. O: “¡Ay! Esa bolsa que lleva –me pasó una vez en un autobús– es como de Almodóvar”. Esos son como mensajes del universo de que voy en el camino. No sé si tendré algún día esa oportunidad.
¡NOS VAMOS A NEW YORK CON INMA HEREDIA!
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