24 May Duelo migratorio… El fantasma que aparece a una expatriada
Últimamente estoy un poco nerviosa. Quizás tengo demasiadas cosas en la cabeza, siempre con varios frentes abiertos y observando las emociones que van y vienen como una montaña rusa.
Puede que desde fuera se vea más fácil, pero yo necesito días de 48 horas para asimilar tanta información, os lo aseguro. ¿Cómo hacéis vosotras cuando tratáis de llevar la casa y la agenda familiar al día, dar lo mejor de vosotras mismas en el trabajo y esforzaros todo lo que podéis con los estudios?
A mí hay momentos que realmente me superan, lo confieso. A esto hay que sumarle que últimamente, para hacer cualquier gestión en España, tengo que estar constantemente pidiendo favores a familiares y amigos porque, incluso la operación más sencilla, se hace complicada cuando vives fuera del país.
Es entonces cuando me acuerdo de mi vida anterior… cuando no era emigrante y cuando todo era mas “sencillo”
Por supuesto, la vida no es fácil para mucha gente. Y yo tampoco voy todo el día llorando por las esquinas, ni mucho menos. Creo que esta experiencia me enriquece y me hace más fuerte, pero a cambio tengo que sacrificar mucho, a veces demasiado.
Por eso hoy quiero hablaros de un fantasma que aparece cada cierto tiempo en mi vida, y con el que me he acostumbrado a vivir: el duelo migratorio.
Antes que nada, tengo que decir que no soy psicóloga. Simplemente me baso en mi experiencia personal y en lo mucho que he preguntado a profesionales sobre este tema.
A mí me ha ayudado saber cómo han afrontado esta situación otras mujeres, y por eso hoy os quiero hacer partícipes a vosotras.
Pienso que todas las personas que abandonan su país, absolutamente todas, deben pasar el duelo migratorio
Unas lo llevarán mejor y otras peor, pero es un proceso de gran importancia y del que se habla poco. La adaptación no siempre es fácil, y la aceptación del duelo por todo lo que perdemos es a menudo muy dolorosa.
Nadie puede asegurar cuánto dura ni cuántas fases tiene, aunque podemos encontrar información sobre ello. Sin embargo, creo que cada una lo ve de una manera diferente, dependiendo de su personalidad y sus circunstancias.
En mi caso la adaptación a Sudáfrica fue muy dura. El primer año lo recuerdo con una mezcla impresionante de sentimientos: curiosidad y sorpresa por todo lo que descubría a mi alrededor, mucha pena por las enormes desigualdades sociales que veía diariamente, miedo por la delincuencia que me rodeaba, alegría por ver a mis hijas crecer sanas y felices, y una nostalgia inmensa por mi país, mi familia y mis amigos.
Cuando llegué a Inglaterra pensaba que todo sería diferente, yo ya había pasado por un duelo migratorio anteriormente, no tenía nada que temer. ¡Qué equivocada estaba! El comienzo fue igualmente complicado. Es difícil explicar la soledad y la inseguridad que se siente cuando aterrizas es tu nuevo “hogar”…
Hoy por hoy tengo muy buenas amigas en mi país de acogida, me apoyan cuando lo necesito y puedo hablar de todo con ellas. Pero a menudo pienso en la familia y los amigos que dejé en mi tierra, y en esos sentimientos encontrados que tengo cada vez que recibo fotos y vídeos de todos los eventos a los que no puedo asistir.
¡Qué alegría me da que aún se sigan acordando de nosotros! ¡Y qué pena tan grande no poder estar con ellos!
Hoy, que estoy un poco nostálgica, me acuerdo de mi hermana Marta, que hace seis años me decía que yo nunca volvería a España… En aquella época le dio por escuchar la canción “Volver” de Estrella Morente porque le recordaba a nosotros… Ay, hermana, ¡no sabes lo que daría por estar hoy contigo celebrando tu cumpleaños! Uno más que me pierdo.
Todos (o la gran mayoría) nos vamos con la idea de que algún día volveremos. Yo lo creí durante los tres primeros años. Pero, conforme va pasando el tiempo, nuestra perspectiva va cambiando.
Como he dicho anteriormente, los comienzos fueron duros, pero conseguimos superarlos. Por eso cuando veo lo bien que viven aquí mis hijas y lo contento que está mi marido en su trabajo, pienso: “ahora no me puedo ir, tal vez en un futuro…” Pero no me engaño, sé que aún queda mucho para nuestro retorno. Por eso trato de disfrutar el momento, de aprovechar todo lo bueno de esta experiencia, y de ser lo más feliz posible.
Todas estas reflexiones me recuerdan que cada vez hay más programas que muestran cómo viven los españoles en diferentes partes del mundo, ya que cada vez somos más los que nos marchamos.
A través de los medios de comunicación se visualizan algunos problemas y dificultades de los expatriados, aunque lo normal es que se ofrezca una imagen idealizada de la situación. Como dije en una ocasión, “no es oro todo lo que reluce”, e irte a vivir a otro país es un cambio tan grande, que merece la pena pensarlo dos veces.
Creo que esos programas no ofrecen una realidad total, y no quiero decir con esto que los medios de comunicación estén mintiendo, en absoluto.
Bajo mi punto de vista, los expatriados solemos transmitir a los seres queridos sólo lo positivo de esta experiencia, en parte por no preocupar a la familia, y en parte por convencernos de que esta decisión fue la acertada.
Ser optimista es un mecanismo de defensa emocional, que nos ayuda a afrontar nuestra vida en el extranjero con más fuerza. Sin embargo, a veces aparece el dichoso fantasma para recordarnos lo lejos que está nuestro país, lo mala que es esta nueva vida y lo difícil que es todo…
Sinceramente no tengo claro que el duelo migratorio se supere por completo…
… pero sí es cierto que aprendemos a convivir con él, y se hace más llevadero. Como decía el escritor Italo Calvino: “el sitio ideal para mí es aquel en el que puedo vivir de manera más natural como un extranjero”. Yo sé que, por muy adaptada que me sienta a mi país de acogida, siempre seré española y seguiré soñando con volver a mi tierra.
Vencer ese duelo es complicado y, por muchos consejos que os dé, lo que me funcionó a mí puede que no le funcione a otra persona, o al contrario. En mi caso me centré mucho en mis hijas y en su adaptación, me apunté a diferentes actividades (inglés, flamenco, gimnasio, etc), y dediqué mucho tiempo a escribir y a contar mi experiencia en mi blog (el feedback con otras personas fue muy importante).
Pero sin duda, lo que más me ha ayudado, ha sido verme rodeada de buenas amigas aquí, ¡no sé qué haría sin ellas!
Aprovecho para decir que estoy totalmente en contra de esa típica frase de “cuando llegues a tu país de acogida, olvídate de los españoles o nunca aprenderás bien el idioma”.
Tengo buenas amistades de todos los países pero, en determinados momentos, nadie me entiende mejor que una española. ¿Por qué? Muy sencillo: hemos vivido la misma cultura, comentamos las noticias de nuestro país, añoramos el clima, la dieta mediterránea y las tapas y, además, podemos expresarnos perfectamente en nuestra lengua materna, ¿te parece poco?… Por estas y por muchas más razones te animo a que, cuando llegues a un nuevo país…
… ¡pongas a un@ español@ en tu vida! Estoy segura de que no te arrepentirás
Fotografías: Antonio Morano y Diana Granada
Yajaira ángulo
Posted at 14:40h, 01 noviembreHola! Me ha emocionado tus letras, soy venezolana y he migrado a España ya 3 años.
Hoy siento el fantasma del duelo migratorio a flor de piel. No puedes hablarlo con nadie.
Si se lo dices a quienes quedaron en tu país Salta no te quejes para que te fuiste.
Si lo dices en tu país de acogida eres un mal agradecido.
En silencio se lleva la tristeza.
Hoy leerte me anima mucho!
Gracias por darle palabras a mi sentimientos