El derecho de los abogados... Defender a la profesión

El derecho de los abogados… Defender a la profesión

El derecho de los abogados... Defender a la profesión

 

El derecho de los abogados… Fundamental para un profesión «de riesgo»

 

Ya de vueltas de las vacaciones, me he parado a reflexionar sobre cómo hemos vuelto de ellas. Nos fuimos con los fogones muy apagados, por el volumen de trabajo, el estrés… Que tenemos que aprender a gestionar de no una, sino de mil formas distintas. Pero esta vez os traigo un tema especial para mí.

Otra victoria judicial que nos tocó muy de cerca hace dos años casi. Y que, al igual que Tamara Huelga, mi amiga y socia de, Mateos y Huelga Abogados,  tuvo que socorrerme de una «carnicería»… A mí me tocó defender los derechos de la profesión a través de ella. Y ya que, el colegio de abogados no se moja, pues me voy a mover yo.

Ocurrió en noviembre de 2020. Tamara se encontraba embarazadísima, un mes le faltaba para tener en sus brazos a su bebé. Y como chica incansable, se encontraba en una situación de baja por embarazo. Aquel día no debió estar allí. Pero por circunstancias del trabajo, y que yo, a día de hoy, no tengo el don de la ubicuidad, tuvo que acudir a ayudar a una víctima de violencia de género.

Tuve que acudir a otro asunto y no pudimos hacerlo de otra forma. Debió quedarse en casa porque estaba con sus últimos días, presa del cansancio físico y mental que da un embarazo en último término (a día de hoy lo comprendo y lo valoro encarecidamente), acudió a mí.

Asistió a esa víctima con algo más que vehemencia. A pesar de que manifiesta que no tiene vocación por su trabajo porque sintió perderla, para mí siempre será la mejor letrada del mundo. No solo porque sé cómo trabaja, sino porque por circunstancias he sido asistida técnicamente por ella.

 

No dudo de su capacidad para poder realizar aquella asistencia. Y por su parte, estaba defendiendo y asistiendo a una víctima de violencia de género, de su maltratador.

 

Luchó, con muchas vicisitudes para que a ese maltratador, esa morralla de la sociedad, le pusieran una pulsera telemática. Algo tan simple como una medida de protección a la víctima. Y en represalia, ese impresentable, en la puerta de la Audiencia Provincial de Cádiz, cuando Tamara puso un pie en la calle, se acercó a ella y señalándole su prominente barrigón de ocho meses de embarazo le dijo “esto te va a costar la vida a ti”. Recordáis el caso ¿no? Tamara lo contó desde sus ojos aquí, en Mujeres Valientes. Pero ahora, vais a ver cómo lo viví yo.

Había hablado con ella minutos antes. Yo había terminado la otra asistencia e iba en mi coche de camino de Cádiz al Puerto para comer algo y ponerme a trabajar. Había recogido incluso a una amiga que, puesto que no tenía citas, iba a pasar la tarde conmigo mientras yo trabajaba.

Todavía recuerdo a mi marido preparándome un sándwich de pollo. Cuando le di el primer bocado me suena el teléfono. Tamara siempre me llamaba al terminar cualquier cosa para contarnos qué tal la mañana antes de descansar hasta el día siguiente.

La voz que tenía en ese momento me sobrecogió. Un tono de… No sabría describir si era frustración, cabreo… O miedo, aunque ella diga que no. Pero miedo por cómo estaba en ese momento, porque ya os digo, que si no llega a estar embarazada, se hubiera liado a tortas con ese impresentable.

Tamara Huelga: ¡María! ¡Que me ha amenazado de muerte el mierdas este!.

María José Mateos: ¿Perdón?.

Tamara Huelga: Para casa voy.

María José Mateos: No cariño, no. Vas a ir a comisaría ahora mismo a poner una denuncia. Vas a denunciarlo. Y yo voy a asistirte, ahora mismo tiro para allá.

María José Mateos: Pero si acabas de llegar.

Tamara Huelga: Me da igual. Voy para allá.

 Esa fue nuestra conversación. Colgué el teléfono con el bocado del sándwich y el café de las ocho de la mañana en el estómago. Cogí las llaves del coche, me puse mi chupa de cuero y ni corta ni perezosa volví a montarme en mi coche y tiré para Cádiz. Mi amiga y compañera me necesitaba. Y allí que me iba yo. Como ella acudió a mí cuando lo necesité. Y aunque no lo hubiera hecho, porque no se hubiera dado el caso, también.

Cuando la vi estaba muy nerviosa, porque no se esperaba que hubiera sucedido lo que ocurrió. Cuando llegamos a comisaría, puso su denuncia y a mí rápidamente me saltan las alarmas cuando la policía le dice: “Mañana a las 10 de la mañana en el Juzgado de guardia para juicio rápido”. Esto… ¿perdón?

Cuando miro el papel, veo que han incoado el asunto como un “delito leve”. ¡Y una leche! María Mateos se echó las manos a la cabeza. No por nada, sino porque ya de por sí unas amenazas contra la vida son delito GRAVE.

Pero es que si además, esto ocurre en el contexto de represaliar a una letrada por hacer su trabajo, concurre un segundo delito que parecía que nadie veía, que se llama “OBSTRUCCION A LA JUSTICIA”.

 

Un delito que nadie tiene en cuenta, pero que yo vi desde el principio

 

Inmediatamente llamé al decano del Colegio de Abogados y le expliqué la situación. El propio decano me tuvo que dar la razón. “Hombre María, entiendo que estés indignada. Llámame mañana porque vamos a dictar resolución de amparo colegial”.

Amparo colegial que nunca llegó.

Al día siguiente, presenté un escrito solicitando suspensión del juicio por delito leve y que se recondujera el asunto por el trámite de Diligencias Previas, toda vez que el delito por el que nos encontrábamos en el asunto era muy, pero que muy importante y grave. Además de que nadie estaba viendo la obstrucción a la justicia.

Tamara se agobiaba y me decía que no quería saber nada. Que retiraba la denuncia por quitarse del conflicto. No la quitó. Porque igual que yo no me rendí, ella tampoco lo iba a hacer. Así de claro lo tenía yo.

La Jueza de Instrucción, dictó un auto de nuevo señalando juicio por delito leve. Evidentemente, recurrí en reforma ese auto diciendo, por enésima vez, que no era delito leve, sino dos graves. Amenazas contra la vida y obstrucción a la justicia. Así de simple. Pues nada, no lo entendía nadie. Y era yo la loca.

Ese día acudí de nuevo al Juzgado de violencia porque el «impresentable» volvió a acosar a su víctima. Tamara no estaba para acudir evidentemente, y lo hice yo. Y va el muchacho y me dice “mira perdona, que yo no quiero problemas”. ¿En serio crees que hablando conmigo vas a conseguir que mi compañera retire la denuncia? Claro que sí. Sigue teniendo fe. Te falló porque no lo permití. Y condenado estás.

A todo esto, cuando de mi recurso de reforma se dio traslado a Fiscalía, al fin alguien me escuchó. Es más, se adhirió a mi recurso indicando que efectivamente yo tenía razón. Y la Jueza tuvo que darme la razón. Es triste que cuando un letrado quiere hablar, no se le escucha hasta que fiscalía no lo coge de la manita. Así nos sentimos, y así me siento en este ámbito.

Y nos citaron para declarar. Y declaró Tamara y su testigo: la víctima a la que asistió.

 

Y el proceso siguió su curso, y nos citaron a juicio tras formular el escrito de acusación que más satisfacción me dio redactar

 

Porque pensé, y sigo pensando, que no solo iba contra un maltratador, sino que estaba defendiendo una conducta típica y antijurídica que nos azotan a los letrados día tras día. Y que tengo muy claro, que a nosotros no nos tiene que amedrentar nadie. Y que, cuidado, tenemos todo el derecho del mundo a ser protegidos y considerados como operadores de la Administración de Justicia, porque lo somos, quieran los funcionarios o no.

Sí, esos funcionarios que nos tratan y consideran «moscas cojoneras» que solo vienen al Juzgado “a dar por saco”. Así, literalmente.

Y el día del juicio me encuentro con el compañero. Que ha sido designado de oficio, y me viene con la coletilla de que «esto es un marrón», y que tiene que hacer su trabajo. En un primer momento me lo creí, pero cuando entramos en sala ya os digo yo que eso quedó un poco en el plano secundario. Porque se tomó ciertas líneas de defensa, como que igual no era posible que Tamara exagerase, o que igual no fuera para tanto… Pues hijo, sí que lo fue.

 

Y condenado estás

 

Y hoy puedo decir, abiertamente que, a pesar de que ese impresentable quiso recurrir en apelación y hacer ver para «dar la vuelta a la tortilla», no lo consiguió.

Tengo una sentencia de la Audiencia Provincial de Cádiz en la que se nos ha dado la razón y en la que la conducta de este hombre consistía en amenazar a una letrada de muerte, en el ejercicio de su profesión. Amenazas graves y obstrucción.

Así fue… y así sucedió.

Tamara, otra victoria más… Sé que no te va a devolver la vocación cariño mío, pero al menos sé que ese impresentable podrá ser señalado porque no dejó que una mujer, que solo hacía su trabajo se sintiese libre. Y pase lo que pase, aquí seguiré… En la eterna trinchera para decir, “no más”.

Un beso enorme a todas las Mujeres Valientes. ¡Hasta Noviembre!

Mª José Mateos Selma
maria.mateosselma@gmail.com
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