Sin miedo... Cuando dejamos de mirar atrás. Asesoría Legal. Mujeres Valientes

Sin miedo… Cuando dejamos de mirar atrás

Sin miedo... Cuando dejamos de mirar atrás. Asesoría Legal. Mujeres Valientes

 

¡Buenas a todas las lectoras de  Mujeres Valientes!

Esta vez, escribo con cierta tristeza, pues lo hago para contaros uno de los peores tragos de mi trayectoria profesional; pero también con cierto alivio, por ver que las cosas poco a poco van llegando a buen puerto.

Esta historia, la de Remedios, comienza el verano pasado. En el mes de agosto, volviendo de la playa, me llaman porque en el Juzgado de Violencia sobre la Mujer había que asistir a una chica, y no había quien se hiciese cargo del asunto. Así que, con bikini y todo, recojo la documentación necesaria y me dirijo al Juzgado.

Al llegar me encuentro con Remedios, una mujer de mi edad, guapísima y con un cuerpazo, que ha interpuesto una denuncia porque, según manifiesta, su ex la está acosando continuamente, hasta el punto de ir a la cafetería donde trabaja e a insultar a los clientes con los que, según él, hablaba más de lo debido.

SIN MIEDO

Esa madrugada, la había seguido en moto mientras caminaba a hacia su trabajo para abrir el bar, increpándola, y cuando unos chicos se pararon a auxiliarla, había procedido a atropellar con la motocicleta a uno de ellos.

El Juzgado de Violencia de mi ciudad funciona bastante rápido y bien (al menos en opinión de esta humilde letrada), y automáticamente se interpone orden de alejamiento con control telemático (la conocida famosamente como “la pulserita”, aunque se instale en el tobillo).

En este estado de cosas, llegamos a septiembre. Con el curso escolar ya iniciado, recibo una llamada de Remedios, que quiere verme urgentemente en el despacho. La cito al día siguiente, y me dice que quiere retirar la denuncia, que él se está portando bien, y que quiere seguir viviendo sin la losa mental que le supone el procedimiento.

  • Remedios, que esto me lo conozco ya, que él se está portando bien únicamente porque tiene puesta la pulsera y un montón de antecedentes. Que en cuanto le quiten la pulsera se va a por ti”.
  • “Tamara, yo creo que no, que él está hasta con otra chica, y yo lo que quiero es vivir tranquila”.

De esta manera, muy a mi pesar, tengo que presentar el desistimiento. Por suerte, cuando llega a Su Señoría, esta cita personalmente a mi clienta para hablar con ella, y le dice que de archivar el procedimiento, nada de nada, que le quitan la pulsera, le mantienen el alejamiento, y a ver cómo se porta. Y así proceden.

SIN MIEDO

El caso es que, tan pronto como él se ve libre de poder acercarse a ella sin que la UFAM le caiga encima, empieza a “volverse loco” completamente.

Como viven a menos de cien metros, se queda escondido en puerta de su casa para seguirla en cuanto la ve salir. Procede a mandarle fotos de ella andando por la calle con otros chicos, con números desconocidos.

A hacerse cuentas falsas en las redes sociales para hablar con ella e insultarla. A llamarla hasta treinta veces seguidas. A llamar a su telefonillo de madrugada para no contestar (esto es lo típico que las víctimas describen siempre como “me lo hace para que sepa que está ahí”), a dejar palillos en el telefonillo para que se acabe quemando, a tirar piedras a su ventana, a mandarle mensajes diciendo “hoy he estado con tu hija”.

A pegarse a ella cuando pasea a su perro para increparla, teniendo ella que pararse en un banco a hablar con una desconocida, que gracias a Dios se da cuenta de la situación, y le sigue la historia… Un verdadero terror.

SIN MIEDO

Toda esta situación, hace que, día sí, día no, tengamos que ir de nuevo al Juzgado a denunciar cada uno de estos hechos.

Las compañeras de Remedios incluso acuden a declarar cómo solía ir al trabajo a decirle delante de todo el mundo “puta, zorra, que eres una guarra, que te vas acostando con todo el mundo.”

La cosa llega al punto de que una mañana, cuando la ve salir de casa con un chico, le da una paliza al pobre muchacho, que evidentemente, ha huido despavorido de la vida de Reme.

Y entre denuncia y denuncia, y viendo que a la espera de juicios varios, no entraba en prisión, uno de los días decido pedirle a la fiscal que por favor procedan a ponerle otra vez la pulsera.

SIN MIEDO

Fiscalía recrimina ciertas actitudes de mi clienta, indicando que, evidentemente, si no se la hubiera quitado no estaríamos así, pero finalmente accede a ello.

Y con esta idea bajamos a sala, a tomarle declaración al detenido. La versión que cuenta es como de cuento infantil:

  • Yo sólo quiero ayudarla, sólo quiero lo mejor para ella. Yo ni la llamo, ni la busco, ni nada, es ella la que viene siempre detrás mío, rogándome que la perdone, que quiere estar conmigo, que volvamos, que sin mí no puede vivir”.

Todo esto entre lágrimas. Dos segundos más tarde, Su Señoría le dice que le van a poner otra vez la pulserita, y ahí vuelve Mister Hyde. Cambia su cara, cambia su actitud corporal, y cambian sus palabras. En medio del Juzgado empieza a gritar:

  • “¡Es una puta, que se va acostando con todos los que ve! ¡Guarra, más que guarra!”.

Tenemos que esperar un rato para poder salir del Juzgado, al verlo tan nervioso. Y casi media hora más tarde, creyendo que se ha ido, decidimos marcharnos. Y justo cuando ponemos un pie en el primer escalón de la salida, este ser, que nos esperaba al lado de la puerta, se pone delante nuestra, y a una frase mía, contesta lo siguiente:

  • “Remedios ha costado mucho… “
  • “Esto te va a costar a ti la vida”.

Me lo dice a mí, la letrada, mirando mi oronda barriga de embarazada de 8 meses y medio, y creando en mí pavor.

Entro corriendo a buscar al Guardia Civil que custodia su entrada; pero cuando el mismo sale, este esperpento había salido corriendo a la carrera. Felizmente, véase la ironía, tuve que ir a comisaría a denunciar.

Esa misma tarde, según le ponen la pulsera, y como quiera que este señor había quemado la neurona que le quedaba, se va directo a casa de Remedios a buscarla. Tanto es así que la policía lo detiene con la pulsera sonando. Y se le abre otro proceso.

Y como un perro rabioso, cuando lo sueltan, procede a coger por detrás a Remedios, a plena luz del día, y comienza a agredirla.

No para hasta que ciertos señores que iban por la calle, al ver la escena, corren en ayuda de la pobre chica. Entonces, haciendo alarde de valentía, se pone una capucha y se va corriendo… Ese día, finalmente, entra en prisión. Y allí sigue mientras espera juicios y sus resultados.

SIN MIEDO

Una condena de prisión ya le ha caído con esta letrada delante, a ver qué sale de lo demás. Pero es necesario que aquellos a quienes corresponda, reflexionen sobre este tipo de hechos.

¿Es realmente necesario esperar tanto para que una persona con tantos antecedentes, algunos por violencia a parejas anteriores, entre en prisión? ¿Cuántas denuncias tienen que lloverle a un señor para que se tomen medidas adecuadas?

Porque su final, el de pasar una temporada a la sombra, ya lo conocíamos todos. Y de haberse tomado medidas oportunas al principio, mi clienta por ejemplo, se habría ahorrado una paliza.

Es evidente que fallan cosas en el sistema. Empezando por la necesidad de que ciertos comportamientos, vengan de hombre o de mujer, dejen de verse como una muestra de amor, y empiecen a verse como algo inaceptable (me refiero a los celos), para que este tipo de relaciones puedan ser frenadas a tiempo.

SIN MIEDO

Es necesario también que nos eduquen para entender que nadie es de nuestra propiedad, que las relaciones empiezan y se acaban y que no tenemos el derecho de molestar a nadie, mucho menos agredir, por ello.

Y es necesario que la sociedad, sin fisuras, se cierre alrededor de la víctima, y en contra del agresor

Que éste, o estos porque son muchísimos, perciban la reprobación de la sociedad por este tipo de comportamientos.

Sólo así conseguiremos avanzar, y sólo así conseguiremos nuevas generaciones de mujeres que puedan salir sin miedo a la calle, porque me quedaron grabadas las palabras de Remedios, días después de la entrada en prisión de su agresor:

“Tamara, es que se me había olvidado lo que es salir a la calle sin miedo, sin tener que mirar atrás”

Pues eso, que ojalá nuestras hijas y nietas, puedan vivir sin mirar atrás… Y sin miedo

 

Tamara Huelga Gutiérrez
tamara.abogados.h@gmail.com
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