Mujeres refugiadas... Las grandes olvidadas

Mujeres refugiadas… Las grandes olvidadas

Mujeres refugiadas... Las grandes olvidadas

 

Según datos publicados por ACNUR, más de 89,3 millones de personas en todo el mundo se han visto obligadas a huir de sus hogares. Entre ellas hay 27,1 millones de personas refugiadas, más de la mitad menores de 18 años.

También hay millones de personas apátridas a quienes se les ha negado una nacionalidad y acceso a derechos básicos como educación, salud, empleo y libertad de movimiento.

 

EL VERDADERO SIGNIFICADO DEL CORAJE LLEVADO AL EXTREMO: LAS PERSONAS REFUGIADAS

 

“Persona que, a consecuencia de guerras, revoluciones o persecuciones políticas, se ve obligada a buscar refugio fuera de su país”. Así es como define la RAE a una persona refugiada.

Para mí son esa vuelta de tuerca, ese llegar al límite, ese voy a poder un poquito más cuando parece que ya no te queda más aguante.  Ellos son el coraje que te falta más de un día a las 3 de la tarde. Ellos son el vivo ejemplo de la esperanza.

El refugio no entiende de colores y mucho menos de clases sociales. No viajan en preferente y no vienen con una ayuda debajo del brazo, pero si con muchas papeletas para terminar haciendo lo que aquí casi nadie quiere.

Detrás de un refugiado hay un proceso migratorio. Prestemos por un momento atención a las acepciones que la RAE contempla cuando a migraciones se refiere:

  1. Movimiento de población que consiste en dejar el lugar de residencia para establecerse en otro país o región, generalmente por causas económicas o sociales.
  2. Viaje que las aves, los peces y otros animales emprenden cada cierto tiempo por exigencias de la alimentación o la reproducción.

Todos hemos señalado al pasar por un sitio de marisma, a los miles de flamencos, con cara de asombro, siendo para ellos este sitio, amparo, hogar y refugio durante la temporada. Se da, por hecho, esta segunda acepción, es más, en el colegio estudiamos los procesos migratorios como algo implícito en el mundo animal, lo que me cuesta entender es porque nos cuenta tanto extrapolarlo al ser humano.

Quizás sea, porque en nuestra cultura más arraigada todavía, quedan reductos de que nacer en un sitio te hace poseedor de esa tierra y te otorga a la misma vez, el derecho de poder elegir quien entra y quien sale. Pero con los pájaros que llegan a las marismas cada año, eso es completamente comprensible e incuestionable.

Por lo que cuando hablamos de un proceso migratorio, eso no es otra cosa que, tener los minutos contados, coger tu vida y guardarla en una bolsa de plástico vieja, irte con lo puesto y sin los tuyos, posiblemente sin retorno, lleno de recuerdos. Sobrevivir y seguir adelante, en un país que no es el tuyo y que quizás no esté dispuesto a recibirte con los brazos abiertos a pesar del dolor que traes sobre tus hombros y de la riqueza que traes para entregarle.

Porque externalizamos la responsabilidad, porque miramos hacia otro lado, porque pensamos que esta realidad no es nuestra y solo la tomamos con conciencia cuando nos toca o cuando quedan pocos días para las elecciones. Mientras tanto, comprobamos cada noche que la puerta de casa está bien cerrada, justo antes de irnos a la cama y nos levantamos con todas las necesidades cubiertas con todo lo que eso significa.

La mayoría de las personas refugiadas vienen con heridas en sitios inaccesibles y para colmo no saben ponerle nombre, lo que dificulta nuestra intervención sobremanera y padecen lo que en psicología se conoce como: duelo migratorio.

El duelo migratorio es una de las secuelas emocionales que podemos identificar después de un proceso migratorio. Debe tenerse en cuenta que se trata de un duelo múltiple, esto quiere decir que es un proceso en el que no se renuncia a un solo factor. Se trata de un proceso de renuncia y abandono del hogar, de la familia, la lengua, el trabajo y salida del grupo de referencia, que te hace ser y estar.

De la misma forma se trata de un duelo parcial, al contrario del resto de pérdidas, en este duelo la puerta siempre está entreabierta, es un proceso que puede ser reversible, al contrario que las pérdidas por muerte.

Por último, se trata de un duelo con carácter recurrente, la experiencia se reactiva con una simple llamada de teléfono, con el olor de la tienda de la esquina, con el sonido de la risa de esa mujer que pasa a tu lado, con cualquier cosa que te haga sentir “hogar”.

El duelo migratorio es estar en tierra de nadie, haber perdido el sentimiento de pertenencia. Ansiedad, irritabilidad, tristeza, apatía. Somatizaciones como: dolores de cabeza, dolor en articulaciones, dificultad para mantener la atención o la concentración. Dificultades asociadas al sentimiento de identidad que ponen en entre dicho la propia autovalía.

CULPA, maldita culpa que pesa sobre los hombros de hombres y mujeres valientes. Estas, entre otras muchas, son manifestaciones emocionales que irrumpen en el desempeño de la vida diaria de todas estas personas.

Las personas no son el problema, los problemas son las causas por los que esas personas se ven forzados a abandonar su país de origen. Debería ser nuestra responsabilidad luchar por los derechos y deberes de todas las personas.

No son refugiados, son hombres, mujeres y niños. Quizás verlos como personas y despojarlos de una etiqueta social llena de prejuicios, nos haga seres humanos más comprometidos.

Decidir o verte obligado a decidir, abandonar tu casa y dejar atrás a los tuyos es la decisión más complicada que existe y lo más importante de todo, TODOS SOMOS RESPONSABLES.

 

 

 

 

Rocío Fernández
rfernandez.diaz87@gmail.com
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