Madres... ¿Por qué buscamos ser perfectas?. Mujeres Valientes

Madres… ¿Por qué buscamos ser perfectas?

Madres... ¿Por qué buscamos ser perfectas?

 

Siempre he dicho que las madres deberían tener una mención especial

 

Están hechas de otra pasta, pero ellas no lo ven. Ellas lo ven como el cumplimiento de una obligación o el camino marcado por ley de vida. Yo no,  yo lo veo como una decisión consentida y responsable, que las posiciona en un nivel estratégico.

Pero ser madre no es una obligación y mucho menos un deber impuesto. Ser madre es una decisión que eliges o no, en igualdad de condiciones, pero de esto ya hablaremos otro día en Mujeres Valientes, hoy vamos a centrarnos en quienes deciden serlo.

Estoy teniendo la gran fortuna de un tiempo a esta parte, de trabajar con madres.  Y digo madres en vez de mujeres, porque cuando yo les pregunto ¿Por qué estás aquí? Ellas responden

 

“Porque quiero ser mejor madre”

 

Sería imposible poder trazar un perfil de las mujeres que acuden a mí preocupadas. Pero si hay un rasgo común entre todas ellas: quieren ser mejores madres. Dicen que no son suficiente y en la mayoría de ellas (por no generalizar) hay un marcado sentimiento de culpa o responsabilidad extremo que las machaca y las persigue allí donde estén o hagan lo que hagan.

 

Resulta que las mujeres nos sentimos culpables por todo, por lo nuestro y por lo del vecino

 

Nos sentimos culpables si queda una lavadora por tender, si hoy no nos ha dado tiempo a hacer la cama, si dejamos la encimera sucia y aquí viene lo importante, si no estamos las 24 horas del día con atención plena y todos nuestros sentidos sobre nuestros hijos, padres, nietos…

Y claro está, esto analizado desde fuera y siendo completamente objetivos, es completamente imposible. Porque necesitaríamos ser tres en vez de una, y hasta el momento, la ciencia no ha avanzado tan rápido en esa dirección. Por lo que nos fijamos unos objetivos diarios completamente inalcanzables e irrealistas, que más que establecer el quehacer diario, lo que hacen es minarnos la autoestima y cargarnos de ansiedad (acumulativa) un día tras otro.

 

¿Por qué? ¿De dónde viene esto? Pues es educación, es tradición y es cultura y se encuentra anclado en esa parte oscura de nuestra historia

 

No sé si a más de una os sonará “niña tienes que ser prudente” cuando lo que estabas haciendo era decir lo que pensabas con respeto o “si no eres más prudente van a señalarte”, cuando lo que estabas diciendo era simplemente que no querías algo (poner límites).

Nos hemos aprovechado de las virtudes y las hemos convertido en poco más que pecados capitales. La humildad no es  humillación, la humildad es poner en valor al otro y reconocer nuestras propias debilidades y actuar en consecuencia.

Pero eso no quiere decir que tengamos que posicionarnos en desventaja con el otro, porque entonces lo que me estoy repitiendo a mí misma es que valgo menos y eso una vez tras otra lo que me hace es “muy chiquitita”.

 

Lo mismo sucede en el caso de la prudencia, si la prudencia quiere callarte la boca, no es prudencia

 

La prudencia es tener la capacidad de analizar las situaciones o los actos y actuar en consecuencia. Prudencia no es callarnos por no molestar, ni mucho menos guardarte lo que tienes que decir, por no fallar al otro o para no decir algo que sabes que no se espera, eso, como en el caso de la humildad, es humillación y yo creo que no hay derecho a eso ¿no?

Por favor que nadie me diga que ella ha aprendido a ser así y que ya no le afecta ¡Claro que te afecta! No somos seres impermeables, si te guardas lo que piensas, si te callas lo que sientes y te conviertes en presa de la complacencia ¡MALDITA COMPLACENCIA! Te anulas a ti misma y te estás siendo infiel a ti, a tus valores y a tus principios.

¿Y qué tiene  que ver la humildad falsa y la prudencia equivocada en la que nos han educado, con el comienzo de este artículo? Pues que por eso sentimos culpa, porque vivimos en busca de una perfección que no existe y en la que hemos sido educadas y sobre la cual hemos sentado las bases de quienes somos a día de hoy.

 

Ahora que ya sabemos de donde viene, vamos al siguiente paso ¿A dónde vamos?

 

Os invito a hacer un ejercicio de reflexión con vuestros hijos e hijas. Da igual la edad que tengan, siéntate con ellos y pregúntales: ¿Qué te hace feliz? Porque la experiencia me dice que la mayor parte de las respuestas van a ser del tipo “que me compres chucherías”, “que juguemos a juegos de mesa”, “que me des un beso por las noches”, “comerme contigo un helado en la playa”…

Con esto quiero decirte que ya estás haciendo felices a tus hijos y seguramente desde hace más de lo que tú piensas y en mayor grado del que puedas llegar a imaginarte.

Ahora lo importante es que te preguntes a ti misma el porqué sigue surgiendo este sentimiento de malestar constante al cual te sometes y le rindes pleitesía, el cual te ahoga y no te deja disfrutar de lo verdaderamente  importante, más allá de la perfección de las obligaciones.

 

Y date las gracias, por ser como eres, por hacer lo que haces

 

Y dedícate tiempo porque tú también lo necesitas. Y ser responsable está bien, pero vamos a intentar ir dejando atrás, ahora que ya lo sabemos, eso de la culpa porque eso no es nuestro y porque ya no lo queremos.

Rocío Fernández
rfernandez.diaz87@gmail.com
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