25 Feb Hijos adolescentes… Esa etapa “maldita y bendita” de la vida
Hijos adolescentes… Esa etapa “rara y extraña” de la vida
Tener hijos e hijas nos convierte en héroes y heroínas de carne y hueso, en héroes de a pie de calle. En héroes y heroínas de esos que van a comprar al super quince minutos justo antes de que cierre o que se quedan hasta tarde estudiando el examen para el día siguiente.
Tener hijos e hijas supone decir “esto es mío y lo será para siempre”, supone renuncia, entrega, lealtad, responsabilidad, trasiego, alegría, protección y pertenencia.
La adolescencia es como una nebulosa casi opaca, a través de la cual no solo vemos con dificultad a nuestros hijos , sino que además hay veces en las que tenemos que hacer un esfuerzo sobrehumano para poder reconocerlos. Durante la adolescencia es como si la identidad de nuestros hijos e hijas se nublase, hasta el punto de no ser capaz de recordar cómo eran.
Maldita o bendita etapa de la vida. Transformación, ambivalencia, desasosiego
Los adolescentes son descarados, sumamente suyos y dependientes de su grupo de pertenencia (los amigos). Son leales, absolutos, desobedientes, cuestionadores, antisistemas, vehementes, rebeldes, despreocupados. Pero qué gran labor esa, la que desempeñan algunos y algunas, la de buscar dentro de ellos de forma paciente, abriéndose paso en la desesperación que van dejando para acceder y adentrarse en esa parte tan suya, tan desprovista, tan vulnerable.
ANTES Y AHORA
Había cosas que se daban por sentadas, como la hora de llegar a casa un viernes por la tarde, cuándo y cuánto tiempo usar el móvil, la ropa, la paga, o que por las mañanas es completamente innegociable que hay que hacer la cama o meter la taza en el fregadero cuando acabas de beberte el ColaCao.
Estos pequeños acontecimientos o matices cotidianos, sencillos y aparentemente pacíficos ahora son los causantes de las más grandes batallas y catástrofes en el día a día, convirtiendo la convivencia en pasajes históricos desesperados.
La adolescencia es una etapa de transformación, en la que lo que el adolescente hace, no es más que acercarse a quien es, decidir con que parte se queda y comenzar a forjar una identidad que continuará desarrollando a lo largo de su edad adulta.
Adolescentes… Acercándose a quienes en realidad son
Se trata de una etapa en la que comienza a forjar su autonomía y su deseo de independencia. Se trata de una etapa bio-psico-sociológica del desarrollo de la especie humana.
En la adolescencia se experimentan cambios físicos (cambios corporales). Hay cambios físicos que además implican cambios hormonales y eso a su vez da paso a nuevas emociones, sensaciones y sentimientos. Todos ellos nuevos, irreconocibles y con gran incapacidad de gestión, en la mayor parte de los casos.
La adolescencia también implica cambios psíquicos, como el desarrollo de un pensamiento más complejo y elaborado o el de la inteligencia. De igual forma se suceden cambios relacionales, en los que la persona adolescente ya no es la misma a la hora de comportarse con los demás. Aparece la amistad y su importancia. Se trata de una nueva forma de percibir el mundo y de darle respuesta.
Me encuentro con padres desconcertados, angustiados y a dos pasos de tirar la toalla
Padres que no saben qué hacer ni cómo reaccionar a las demandas caprichosas y al comportamiento egoísta y ambiguo de sus hijos e hijas. Criaturas que hasta hace un par de días eran seres adorables, responsables, cariñosos y respetuosos y ahora, así de repente sin previo aviso y sin antecedente visible, son seres solitarios, que no quieren compartir espacios comunes y que se esconden tras la puerta cerrada de su habitación como si detrás se escondiese la mismísima Grecia Antigua.
Los y las adolescentes se sienten invencibles, parecen contener dentro de sí todo el ego que cabe en el mundo, más no es así, están llenos de miedo y frustraciones. Están llenos de ambivalencia e inseguridades.
Los padres y las madres, por su parte deben modificar sus pautas educativas y sus estrategias de gestión, porque todo lo que hasta el momento había estado funcionando ahora parece no servir para nada.
Ahora necesitamos ser más flexibles, negociadores y pacientes
Desde esta perspectiva, sentados con la ventada del tiempo a nuestras espaldas percibimos un tiempo lejano, percibimos lejano quienes fuimos cuando éramos adolescentes. Y esa etapa es recordada de forma benévola y dulcificada “en mis tiempos yo no era así” “en mis tiempos yo no podía comportarme de tal forma”, pues sí lo hacíamos y acorde al momento era igual de “grave” que lo que hoy hacen nuestros hijos e hijas.
Pero nuestra capacidad selectiva nos ha hecho olvidar nuestra intransigencia y no es que fuésemos personas más maduras, más cautas o más conservadoras, es el recuerdo quien se tiñe de cautela y responsabilidad, alejado de la realidad objetiva imperante en aquellos entonces.
La adolescencia es un puré emocional, lleno de contradicciones en las que la irritabilidad, la agresividad y la tristeza, intentan convivir con la alegría exagerada, el optimismo infantil, y ese creerse invencible frente a todo lo que venga.
Frente a esta realidad muchos padres y muchas madres se sienten culpables …
¿lo estaré haciendo bien? ¿por qué a medida que más lo intento, peores son los resultados?
¿Por qué mi hijo me trata con indiferencia? ¿por qué nos comunicamos a voces?
¿por qué no muestra empatía?
Le estás ofreciendo a tu hijo o a tu hija o a ambos, un hogar en el que sentirse seguros e importantes. Estás cubriendo una a una todas o la mayoría de sus necesidades. Lo que quiere decir que se sienten escuchados, acogidos, valorados, aceptados y queridos…
… LO ESTÁS HACIENDO BIEN
Pero más que nunca, necesitamos ser coherentes. La coherencia implica no llevarnos la contraría a nosotros mismos, utilizar siempre el mismo criterio, tanto cuando nos dirijamos al nuestro hijo o a nuestra hija adolescente de forma individual, como cuando intentemos llevar a cabo alguna pauta educativa en pareja como padres y madres.
Perder la coherencia algunas veces es sencillo, sobre todo cuando sientes que lo que haces no provoca en tu hijo el resultado que esperas, no te preocupes sigue siendo coherente.
Igual de importante es la consistencia, que no es más que la firmeza a la hora de establecer un límite: decir que sí o que no. Por otro lado la continuidad, que no es más que ser coherentes y consistentes de forma permanente.
Por lo que es fundamental que ambos progenitores estén de acuerdo en la forma de educar
No podemos estar en desacuerdo cuando exigimos algo, cuando ponemos un castigo o a la hora de establecer determinadas tareas o de establecer responsabilidades. Muchas veces las buenas ideas de padres y madres se anulan entre sí restando su eficacia por estar en contradicción unas con otras. La educación requiere de compenetración.
Por otra parte debemos entender de que la educación comienza en la infancia, la adolescencia es la etapa en la que se recogen los frutos sembrados en las etapas anteriores. Y por último “si lo que haces no funciona, haz algo diferente”.
Muchas veces nos frustramos porque lo que hacemos no está funcionando ¿Y si probamos a intentarlo de otra manera? Lo mismo aplicado al comportamiento de nuestros hijos.
Elogia, ya ellos saben que lo están haciendo mal, ya saben que estamos descontentos, pero que eso bueno que hacen o que tienen no empañen esa parte buena.
Educar a tus hijos exige optimismo…
… lo sé te estoy pidiendo casi un imposible y es que lo intentes aun cuando te sientas desbordado, cuando no puedas más y cuando sientas que no llegas a ninguna parte con tu discurso, comunícate más y comunícate mejor.
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