Beatriz Carrillo de los Reyes

Gitanas a la conquista de la historia

Beatriz Carrillo de los Reyes

 

Hablar en primera persona me resulta difícil. No acostumbro a manifestarme desde mi propio universo particular, desde ese “yo” que me obliga a confesarme, sino es porque el motivo queda justificado por la invitación que me llega desde el trabajo que hacen muchas personas que luchan por hacer de este mundo un mundo mejor. Que se esfuerzan por eliminar las fatigas, la asfixia, la desigualdad y las injusticias de miles de personas, sean de la condición que sea, y defiendan con tanta fuerza la verdad como lo hace “Mujeres valientes”

No hablo de mí por un alarde de modestia, sino más bien porque me resulta complicado explicar lo que nace de mis propias entrañas, lo que configura mi carácter. Es difícil hablar de todo aquello que emana desde dentro de ti.

En los años que llevo implicada en el noble ejercicio de la defensa de los derechos humanos en clave de mujer gitana, desde la creación de AMURADI, la Asociación de Mujeres Gitanas y Universitarias, y la posterior fundación de un proyecto que aglutinara a buen número de gitanas valientes, como es la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas, FAKALI, podría detenerme en un momento y observar el recorrido tan apasionante, ilusionante y arduo que hemos ido atravesando. Un camino que ha marcado el devenir y el caminar de los avatares de la vida. Mi vida y la vida de muchas mujeres que nos dimos la mano para mostrarnos inconformistas, visibles y guerreras.

Hoy miro sin miedo y siento que aquella pasión inocente se ha convertido en fuerza. Una fuerza que no suma, sino que multiplica. Era impensable hace una quincena de años mantener una idea relacionada directamente con tu propia identidad. Quizás identidades que se mezclan en ese yo vital, que se unen a una lucha, la lucha de un feminismo gitano que ya venía marcado en la historia desconocida de mujeres valientes que a través del tiempo han luchado por hacer prevalecer sus derechos y ganar espacio en la sociedad.

En mis ratos libres leía y repasaba la historia de Sofía Kovalevskaya, una gitana convertida en la primera mujer que consiguió una plaza de docente en el siglo XIX en la Universidad Europea como profesora de matemáticas. Al mismo tiempo que la historia condenaba al silencio a una de las figuras más emblemáticas por su contribución al universo del conocimiento, también lo hacía con otras a las que se negaba su visibilidad étnica. Como Papusza y otras muchas artistas del hoy y del ayer. Numerosas escritoras, pintoras, intelectuales o activistas que desde su anonimato hicieron replantearme la necesidad imperiosa de mostrarnos al mundo y ser soberanas de nuestro patrimonio cultural sin menospreciar, como es natural, el avance de otras figuras femeninas que, sin ser gitanas, han sido icono y emblema de la igualdad y que me ayudaron a comprender que la historia nos une incontestablemente con todas las mujeres del mundo. Desde ese feminismo particular gitano hacia el pensamiento global del feminismo que enriquece la diversa cosmovisión de nuestra tierra. Pero no desde el modelo colonizador que diluye y subestiman las diferentes miradas culturales.

Beatriz Carrillo de los Reyes

 

Particularmente, mi defensa del feminismo romaní no es un discurso al uso, no va dirigido a enamorar o encantar al discurso hegemónico. Y aún menos al discurso que tiene a la mujer como sujeto victimista y oprimido que valida los oídos etnocentristas, usando la cultura gitana como pretexto para justificar la aparente inferioridad y el atraso de mi identidad. Como gitana, mujer y ciudadana me niego a aceptar ese complejo de superioridad para minar nuestra valentía y nuestras esperanzas. Me niego a ser tutelada como menor de edad. Tampoco me gusta ese modo con el que miran cuando lo invisible se rebela para terminar codificándote como una heroína. Huyo de esos adornos para culebrones de segunda. Entre otras cosas porque no lo soy ni tampoco quiero serlo. Ni me siento cómoda desde esa alusión poética de chica sexy e insurgente o desde la visión paternalista y machista de una mujer rebelde que no corresponde con el rol de sumisa, dócil y dulce como un pastel. De ninguna de esas maneras podría sentirme identificada, porque mi defensa no es una historia impostada sino fruto de una decisión que transita por mi mente y de esa sangre que te hierve y no se resigna ante el orden establecido. Si acaso, me acomodaría a ese matiz de mujer divergente…

Beatriz Carrillo de los Reyes con la periodista Ana Pastor

 

Esa divergencia que me ha hecho conectarme desde mi infancia hasta lo que hoy soy. ¿Y quién soy? Yo misma, sin más, sin tener que esforzarme por aparentar quien no soy, sin tener que emular nada de lo que no partiera de mí misma. Quizás todo eso heredado de las mujeres que nutren mi vida, las de mi familia, y en especial mi madre, que sí es un símbolo de mujer valiente.

Estudié porque en mi casa, como en las casas de muchas familias, era lo habitual y no porque me estimulará mucho ir al colegio. Prefería pintar en clase aunque siempre me echaban a la calleo siempre tenía el cuidado de mis hermanas mayores para que no me escapara del colegio sola para ir a casa. Siempre que me recuerdan lo traviesa e independiente que era me echo a reír.

Confieso que me aburría mucho ir al colegio de niña, tanto que deseaba como tantos niños salir al recreo y jugar. Jugaba cantando y bailando para desobedecer  las normas de la escuela, pero reía tanto que me emocionaba al día siguiente con volverlo hacer. Tuve que enmendarme desde el día que me advirtieron que tendría que escoger entre estudiar o quedarme en casa para ocuparme de las tareas domésticas y convertirme en una candidata perfecta al matrimonioAquello me asustó tanto que decidí beberme los libros hasta que fui a la Universidad. Incluso después de que algunas personas me indicaran que a los hombres no les gusta que las mujeres cultiven su mente. Un estereotipo absurdo. Pero bastaba  con el aviso para que mi deseo se convirtiera en una realidad. Mi reto era llegar a la universidad, pues en mi infancia, desde la escuela,se me pronosticó que mi destino eran “los cursos de corte y confección”. Una frase que nunca olvidaré.

Y desde entonces recorría el campus universitario removiendo aquellos esquemas anquilosados que entendían que ser gitana y estar en el mismo espacio gacho académico era poco menos que ser una extraterrestre con cualidades superiores o una mona en riesgo de extinción. Sinceramente no fue general, pero aquellas voces rechinaban tanto en mi oído que estando en clase solía escuchar desgraciadamente “los gitanos son así”, “ellas ven normal el maltrato”, “a los gitanos hay que integrarlos”… Esos discursos racistas que forman parte del imaginario colectivo y que revientan los tímpanos de cualquiera que se sienta orgullosa/o de su identidad y de su cultura.

Fueron esas batallas de juventud, a las que en principio te enfrentas sola antes de ganarte la amistad de toda una generación de estudiantes y profesores, las que me estimulaban día a día para que mi defensa no cayera en el olvido del pensamiento establecido y discriminatorio. Y esta lucha tampoco vino sola. Mi padre ya ejercía el liderazgo en aquellos momentos desde su organización gitana en Andalucía. Aquello me permitió conocer la amarga e injusta situación que vivían y viven una parte importante de mi gente. Sobre todo los niños y las niñas que por el hecho de ser gitanos y gitanas tendrían que sobrevivir a ese fatal destino al que les ha condenado el sistema y del que no soy ajena, porque aún perdura después de que la democracia demoliera aquellos abominables códigos de la Guardia Civil.

 

Beatriz Carrillo de los Reyes

 

Y desde esa experiencia como mujer gitana considero que, en general, los gitanos y las gitanas hemos tenido que desarrollarnos el doble en la mitad de tiempo. Hemos tenido que avanzar el doble para eliminar en la práctica esas malditas categorías que unos energúmenos seudocientíficos inventaron para clasificar a la personas según sus mentes retorcidas. Una tarea que no es nada sencilla. De esto va la película de enfrentarte y desmontar esas estructuras tan poderosas de dominantes-dominados, superiores-inferiores, mayorías-minorías, vencedores-vencidos, opresores-oprimidos… Todos estos binomios inventados para justificar la hegemonía de unos sobre otros. Y por eso tal vez la generación de gitanos, especialmente de gitanas, podemos decir hoy, con todo poderío, que no nos vamos a conformar. Si no pudieron con nosotros las monarquías europeas, ni las leyes antigitanas. Si con nosotros no acabó el holocausto nazi exterminando a más de un millón de gitanos. Si la dictadura y todos esos planes de aniquilación, persecución o asimilación no nos han doblegado, menos pondrán lograrlo ahora que tenemos la mejor generación de gitanos y gitanas formados y con ansias de cambiar el rumbo de esa de desintegración racista e indiferente.

Y como mujer creo que hoy más que nunca estamos dando un salto de calidad en lo que se refiere a la dignificación de la cultura gitana. Y, sobre todo, a lo que se refiere a la necesidad imperiosa de nuestra incorporación a la sociedad. Porque las mujeres gitanas vamos a seguir luchando, vamos a seguir trabajando y vamos a seguir esforzándonos para que nuestra voz y nuestra presencia en la sociedad y en la política sea cada día más alta y clara. Para que llegue a todos.

Las mujeres gitanas estamos protagonizando también la gran batalla para eliminar las barreras del sistema patriarcal dominante, bien demoledor y eficaz para tener a las mujeres fuera del circuito del saber y fuera del circuito del conocimiento. Un sistema que tanto daño ha hecho al progreso y al avance de los derechos fundamentales de las mujeres. Por lo tanto, nuestra sociedad ha estado influenciada hasta el tuétano por pensamientos tan importantes en la historia de Occidente como los de Aristóteles, por ejemplo, que han marcado su pensamiento científico y el pensamiento filosófico, anclados en afirmaciones tan disparatadas como aquellas de que el mejor adorno de la mujer es el silencio o que siendo la palabra el fundamento mismo de la polis hay que privar a la mujer del uso de la palabra. Una discriminación igualmente adoptada, vaya por delante mi respeto a toda creencia y fe, por la Iglesia católica y la iglesia en toda Europa, que ha ejercido una influencia tremenda en no darnos nuestro sitio. Ahí está San Agustín, otro elemento del pensamiento occidental y universitario, asegurando que la mujer es un varón incompleto porque así lo ha querido Dios y donde reside la desigualdad. Estas ‘anécdotas’ no son cualquier cosa. Han conformado la base del pensamiento occidental. Eso es así en la historia general y nosotros los gitanos hemos bebido también de esa fuente, sin duda alguna.

Por lo tanto,no hay una sociedad contemporánea ni un pueblo contemporáneo que podamos considerar realmente avanzado si no ha incorporado la igualdad entre hombres y mujeres a su ordenamiento jurídico, en primer lugar. Y si no ha incorporado la igualdad entre hombres y mujeres a la práctica diaria, en segundo. Así, la comunidad gitana tiene que avanzar y tiene que avanzar sin duda alguna de la mano de sus mujeres.

Como mujer gitana he de decir que nosotras partimos desde mucha más distancia y aún seguimos estando muy lejos de esa tan deseada igualdad. Porque mientras las mujeres en este país luchan para conciliar la vida laboral y familiar, las gitanas luchamos aún para ir a la escuela.

Consideramos la necesidad de dedicar políticas específicas que aseguren un mayor nivel de incorporación de las mujeres gitanas a la escuela, a la universidad, al mercado laboral, a la política y todos los ámbitos de la sociedad en general.

Los gitanos en general y las mujeres gitanas, en particular, no queremos ser el último reducto del subdesarrollo de nuestra sociedad, sino que queremos contribuir al desarrollo de España. Y no nos resignamos a ser una carga para nuestra sociedad. Queremos consagrar el progreso cada día sin renunciar al sentir más profundo de nuestra gente.

En esto, las mujeres gitanas que hemos sido y seguimos siendo el motor de cambio y también la garantía de la conservación de todo lo bueno que tenemos que preservar de nuestra identidad.Somos las propias mujeres gitanas, sin intermediarios de ningún tipo, las que debemos luchar por nuestra promoción y visibilidad, aunque sin el trabajo de todos los sectores, de hombres y mujeres, gitanos y no gitanos,jamás llegaremos a cumplir nuestros objetivos.

Nosotras conocemos nuestros problemas, sabemos lo que queremos y, sobre todo, sabemos cuál es el camino que tenemos que recorrer para llegar a cumplir nuestras aspiraciones, que son las de luchar y defender nuestro papel en la historia y nuestra cultura. Pero especialmente el derecho a ser libre en una sociedad que aún nos impone barreras como mujeres y como gitanas.

Por ello reivindicamos sin cesar el derecho a mantener nítidamente nuestra identidad, negándonos rotundamente a seguir ancladas en el tiempo.Porque somos las gitanas del siglo XXI. Y muy orgullosa que estoy de serlo… y ejercerlo.

Fotografías  realizadas por el fotógrafo Manuel Olmedo y  cedidas por la Asociación Fakali

 

Beatríz Carrillo de los Reyes es presidente de Amuradi (Asociación de Mujeres Gitanas de Andalucía). Ha sido miembro de la Ejecutiva del Consejo Estatal del Pueblo Gitano. Titulada en Trabajo Social por la Universidad Pablo de Olavide y Máster en Investigación y Participación Activa por la misma universidad. Beatríz representa la nueva generación del movimiento feminista gitano y ha intervenido en nombre del Consejo Estatal del Pueblo Gitano ante los diferentes ministros de Europa, junto con el comisario y la ministra de Igualdad del Gobierno de España.
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4 Comments
  • Carmen Navarro
    Posted at 03:22h, 09 abril Responder

    Muy positivo y alentador.

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      Mujeres Valientes
      Posted at 19:08h, 09 abril Responder

      Beatriz lo es y por eso nos ha dedicado su tiempo, para transmitir ese espíritu y dignidad que siempre ha tenido el pueblo gitano a lo largo de esa historia que trata de conquistar.

  • Elena
    Posted at 00:46h, 11 abril Responder

    Olé por ella,me parece genial y maravilloso ver como alguien lucha por sus derechos y tiene el coraje las ganas y las fuerzas de ayudar a otros/as a hacer lo mismo,me parece admirable sus ganas de vivir su vida a su manera,que es una forma que no sólo no daña a nadie si no al contrario,ayuda.Un abrazo.

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      Mujeres Valientes
      Posted at 15:15h, 14 abril Responder

      Muchas gracias por tu comentario. Ella es un ejemplo a seguir, una Mujer Valiente en mayúsculas.
      Gracias por seguirnos

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