¿Estamos jugando a ser felices... O queremos serlo de verdad y vivirlo?. Mujeres Valientes

¿Estamos jugando a ser felices… O queremos serlo de verdad y vivirlo?

¿Estamos jugando a ser felices... O queremos serlo de verdad y vivirlo?. Mujeres Valientes

El artículo de hoy en Mujeres Valientes es un artículo abrupto, chocante y disruptivo. Es un artículo que busca provocar la incomodidad y que forma parte de tu realidad y de la mía. Habla de tu mañana y de cómo fueron mis tardes. Se trata de un viaje interior, de un salirse de dentro para comenzar a sentir hacia fuera, habla de la importancia de detenerse, de dejarse arañar el alma, de que te duelan las cosas, de ser feliz en vez de jugar a serlo. Esto es parte de mi historia y de la tuya por eso escribo.

¿Estamos jugando a ser felices?… ¡Pues seamos!

La arena entre los dedos, los gorriones por la mañana temprano o un paseo demasiado templado para estar en marzo. El olor de tu ropa en el cajón de siempre cuando estás de vuelta, la sensación de un café entre las manos cuando vas descalza, o el color del cielo cuando amanece.

El sol de frente cuando vas en el coche sin prisa y con frío. La tranquilidad de quien te sonríe (un poquito) diciéndote que mires como han salido las cosas hasta ahora. El sonido de la máquina de coser justo cuando vas a despertarte, el balcón abierto, los ojos cerrados.

El miedo, tu miedo, mi miedo, hasta el miedo deja de pesar como antes

Despertador, ducha, el desayuno de siempre, mientras se hacen las tostadas te vistes con más o menos maña, con más o menos prisa, con más o menos ganas. Siempre en un orden casi perfecto, casi imperceptible (porque no te paras), casi inadvertido. Y haces el mismo camino y te detienes en los mismos semáforos, ensimismada, absorta, delirante, adormecida, mecánica.

¿Cuántas sonrisas te has dejado olvidadas? El tiempo parece jugar en tu contra, las mañanas se hacen interminables y tú te centras en tus funciones, y en tus miedos; pero lo que te da miedo te presiona, te encoge, te achica, te consume.

Almuerzo y con suerte vuelta a casa, obligaciones sin sentir la piel de quien te roza, sin sentir el valor de la entrega en lo que se hace, sin alterar el orden de los días y las ganas. Ahora estás demasiado cansada y demasiado cómoda y demasiado cansada. Ahora dices que tienes cargas ¿cargas?

Yo las llamaría amor y comenzaría a sentirlas, pero te has dejado sacudir y ahora tienes miedo a elegir, a hacer las cosas a tu manera, a qué te llamen egoísta ¿a ser feliz? Quizás sea eso, que te da miedo ser feliz y es más fácil ser cobarde, sí cobarde aunque te chirríe por dentro, cobarde por vivir la historia de otros, cobarde por no decir basta, cobarde.

 

¿Estamos jugando a ser felices?… ¡Pues riamos!

 

Y mientras tanto ni tan siquiera escuchas los pájaros cuando amanece y es que tú en marzo no tienes tiempo para dar paseos templados ¿descalza? ¿Acaso es normal ir descalza en marzo? Ese es el problema que quieres ser tan normal que no eres ni una pizca feliz, por lo que piensen, por lo esperable, por lo correcto ¿pero tú qué quieres? Ni siquiera lo has pensado, porque es demasiado arriesgado en tu mundo sin riesgo y con miedo. Con normas y sin ganas, o con pocas ganas, no sin ganas del todo pero si con pocas ganas.

Vivimos preocupados, dándole la espalda a la felicidad que tenemos miedo a asumir, a aceptar como si no la necesitásemos, justificando que somos afortunados, pero quietos y sumisos de una realidad que nos encadena y que no nos deja elegir independientemente de lo que proceda o se espere.

Esperando cosas grandes que la mayoría de las veces pensamos que viene de fuera, obviando la sencillez real de la que la felicidad viene prevista. Y por eso jugamos más tarde, dejamos esa película para el fin de semana o simplemente esperamos al viernes para estar contentos o al verano para ir a la playa.

Vivimos esperando, alargando las cosas que no nos gustan, castigándonos por algo que no hemos hecho, deshumanizando cada vez más nuestras acciones y el compromiso con el otro y con nosotros mismos y por eso nos cuesta dar las gracias cuando nos ceden el paso, o ser el primero que escribe o irte a la cama agradecido en vez de pensando que quizás mañana sea mejor que hoy cuando hoy ni siquiera has hecho nada por cambiarlo.

 

¿Estamos jugando a ser felices?… ¡Pues vivamos!

 

Y te quejas como de costumbre porque consideras que los demás nunca van a cansarse, de tu falta de ganas, de tu desgana, de tu insistencia, de tu dejadez, de tu apatía por volver a intentarlo.

¿Por qué mañana no echas primero la leche y después el café? o vístete antes de preparar las tostadas. Sal antes de casa de camino al trabajo, regálale una sonrisa a quien se mueva demasiado triste, ayuda aunque tú aún no hayas finalizado lo que te corresponde, di perdón o lo siento.

No desperdicies el sol del medio día aunque estés cansada y cuando te salga el miedo, que apuesto a que jugará a perseguirte (esto es lo que siempre sucede cuando alguien se permite ser un poquito más feliz que de costumbre) dile que eres feliz y no te acobardes aunque sea de lo que te entren ganas.

¿Qué vas a hacer? ¿Vas a dejar de jugar y vas a ser feliz?

 

Rocío Fernández
rfernandez.diaz87@gmail.com
No Comments

Post A Comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.