Dolor sordo... El dolor que no puede verse. Mujeres Valientes

Dolor sordo… El dolor que no puede verse

Dolor sordo... El dolor que no puede verse. Mujeres Valientes

 DOLOR SORDO

“Nadie lo sabe, nadie lo siente, porque el dolor sordo no puede verse, ojalá y fuese una herida en carne viva porque así todos podrían cuantificar cuan desgarrador es algunas veces”.

 

Dolor sordo según la RAE “Dícese del dolor que no es agudo, pero molesta sin interrupción”

 

Como el dolor de las heridas que se abren de nuevo justo antes de que cicatricen, como el de las esperas largas, como el de las enfermedades crónicas, como el de los duelos forzados. Intransigente, inquisidor, sin voluntad, lleno de matices, ambiguo, coercitivo, a la ligera, sin tiempo, sin estar preparados, vulnerable, expuesto, comprometido, “despreciativo” y cambiante.

No han inventado nada que pueda medirlo, ninguna escala… nada. Y si te preguntan cuánto te duele tú solo sientes hastío, desgana e intransigencia, pero ahí sigues con los ojos llenos de lágrimas porque has conseguido llegar después de estar perseguido.

Porque los tuyos siguen a salvo aunque no tengas ni idea de donde se esconden o porque simplemente y a pesar de tu tremendo dolor sordo, sigues adelante con esos propósitos que le están dando sentido a tantas cosas.

Que nombre tan acertado, tan bien puesto “dolor sordo” como el eco que se responde a sí mismo, sin poder esperar mucho más allá de eso

 

En busca del sentido

El sonido de las gaviotas, salir descalza de la ducha con los pies muy mojados, probar rutas nuevas en el Google Maps.

Una conversación larga en inglés, Inglaterra, Cuba o el sitio que te dé la gana. Quedarte dormida pensando que echarías en una maleta si tuvieses que viajar con pocas cosas, SER MUJER, en mayúscula, sin que eso te impida ser o hacer nada, sin que eso te coarte, te limite o te abstraiga.

No dar explicaciones. Coser, taparte con un mantita justo a la altura de las rodillas. Que suene Lorca en la radio o que salte Havana de Camila Cabello de repente. El zumo muy dulce, la Coca Cola normal y la Pepsi Max. Las aceitunas de cualquier clase y a cualquier hora.

A todo esto, te enseña el dolor sordo. A que no pase, a que sea mucho más que eso

 

 

A que la playa no te canse, ni el frío, ni las horas muertas, ni el olor a tierra mojada, a que cada estación sea bonita en su justa medida con sus pros y sus contras. A estar aquí y ahora.

A que los límites ¿Límites? ¿Qué es eso después de haber mirado el miedo a los ojos? ¿Qué es eso después de haber sido perseguido en un país en guerra? ¿Qué es eso cuando has tenido que salir por la puerta con lo puesto? ¿Qué es eso después de haberte sentado en el mismo sitio tantas veces?.

Los límites ya no son tuyos, a menos que seas tú quien los pone.  A ser libre, caótica y valiente, a eso también te enseña el dolor sordo. A necesitar un poco menos de todo y un poco más de las cosas que eliges: los paseos largos, los viajes al extranjero, o los cafés con quien te consuela solo con escucharte y la tierra roja y las canciones de la mina y el olor a siempre, a me haces tanta falta.

El dolor sordo te enseña a perder la paciencia, a enfadarte cuando vienen a comerte el terreno, cuando te piden explicaciones que no estás dispuesta a dar, cuando tienes que decir NO más de un par de veces (como si una sola ya de por sí no fuese suficiente). A proponer, a luchar por tu gente como si no hubiese un mañana, como si te fuese la vida en ello.

A cerrar puertas de golpe y porrazo y no porque no te quieran dentro, sino porque a ti no te da la gana quedarte. Porque después de esto, no va a venir nadie a decirte ni donde tienes que estar, ni como tienes que pensar, ni que es lo que tienes que hacer, aunque eso suponga tener que luchar hasta el extremo.

El dolor sordo te enseña a priorizar, a ir por delante siempre y cuando te dé la gana, a hacer ruido, a no conformarte, a ir siempre un poco más allá de las cosas.

Pero también te enseña el verdadero significado de la desesperación, de las ruinas, de tus ruinas. Y es entonces, en este punto exacto en el que la vida te da dos opciones: buscarle el sentido y seguir adelante o quedarte atrapado en el ruido de una multitud ensordecedora que sigue su ritmo, mientras tú sientes que te detuviste hace demasiado.

Porque es justo esto lo que sientes, que todo sigue mientras tú te encuentras ahí parada en tierra de nadie. Todo se desdobla, la sonrisa de la gente, las voces en los bares, el ruido al chocar las copas, pero a ti el dolor sordo te está matando justo en ese momento en el que finges que nada está pasando, que nada te está pasando.

La decisión

Acoso laboral, violencia machista, guerras, persecuciones, enfermedades. Hagámoslo más real, utilicemos un lenguaje mucho más cotidiano.

Cuando  tu jefe tiene miedo de tu coraje y de tus ganas y te espera en la puerta para decirte “no vas a poder conmigo” aún a sabiendas de que ya pudiste hace mucho, porque solo él mismo es su principal enemigo, por cierto, esto tiene un nombre ACOSO LABORAL dejemos de normalizar lo que no lo es.

Cuando tu pareja te manda a callar, menosprecia tus palabras, se burla de lo que dices, no respeta tus silencios o te ignora, esto también tiene un nombre, esto ES VIOLENCIA.

Cuando tu país no tiene más que ofrecerte y el ejército te pone a tu hijo en los hombros y te empuja dentro de un avión sin que te dé tiempo ni a despedirte, ni a haber hecho las maletas.

Cuando un profesor te sentencia sin apenas conocerte el primer día de clase, cuando la madre de turno te dice que has perdido el sentido como mujer por no querer tener hijos, cuando tu religión te dice que eres una mala mujer por no seguir a rajatabla sus preceptos… Aquí el dolor sordo tiene nombre de culpa.

Yo creo que la vida HOY quiere preguntarte algo, ¿QUIERES SEGUIR AGUANTANDO? ¿REALMENTE TE MERECE LA PENA SEGUIR AGUANTANDO? ¿CUÁL ES EL PRECIO QUE LE PONES A TU DOLOR?

¡HAGAMOS ALGO! ¡CAMBIEMOS ALGO! ¡SIGAMOS ADELANTE!

Rocío Fernández
rfernandez.diaz87@gmail.com
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