28 May Derecho a la intimidad… ¿Secuestrado por las redes sociales?
Esta semana alguien me enseñaba un vídeo en el que aparecía un chico y una chica. La cosa no tendría mayor importancia si no fuera porque estaban en una situación un poco, por decirlo de manera delicada, comprometida.
La pareja en cuestión se encontraban en la Aldea del Rocío, durante la celebración de la Romería del Rocío 2018. Ambos estaban vestidos para la ocasión (ella de gitana y él de corto), estaba amaneciendo y fueron pillados “in fraganti” por la cámara espontánea de un móvil que pasaba por allí.
Cuando vi las imágenes hasta me sonreí mientras le decía a la persona que lo había mostrado que “bueno, tan poco es tan comprometido… total no se les ve las caras. El momento es delicado pero los han grabado desde lejos y los dos quedarán en el anonimato”.
“De eso nada“, me dijo “ya se sabe quiénes son”… A continuación comenzó a enseñarme fotografías que habían circulado, a esas horas y después de varios días, por Whatsapp y por los miles de grupos que conforman esa gran red social (porque así es considerada por los especialistas en marketing digital).
No sólo me mostraron fotografías de los dos bailando, momentos antes de ser grabados, también habían llegado primeros planos de él y de ella, e incluso de él junto a su mujer el día de su boda. Falsos audios del hombre contando a un amigo la aventura en un tono que dejaba bastante que desear y refiriéndose a ella de manera irrespetuosa y soez. Vídeos de ella actuando junto al grupo en el que canta; y un espabilado fue lo suficientemente rápido como para “hacer” una funda de móvil con el estampado del traje de gitana de la mujer.
Todo esto hubiera quedado en una simple anécdota si no fuera porque a estas alturas, toda España ha visto lo mismo que todos. Hoy prácticamente todo el mundo ha dado su opinión… “Que si en el Rocío se hace de todo… Que si siendo un lugar religioso eso no debía ocurrir… que si vaya poca vergüenza… que si vaya tela la tía… que si… que si…”
Ha ocupado, junto a la moción de censura, tema de conversación en los encuentros entre amigos de este fin de semana (y lo digo porque a me ha ocurrido y hemos hablado de las dos cosas, siendo la primera de vital importancia para España)
Lejos de lo que pueda opinar sobre lo que vi, lo que me cuestiono es cómo se sentirán los dos protagonistas ahora que se han convertido en el centro de diversión de medio país.
“El derecho a la intimidad consiste en la defensa de la persona en su totalidad a través de un muro que prohíbe publicar o dar a conocer datos sobre temas como la religión, la política o la vida íntima”. ¿Dónde queda el derecho a la intimidad en éste y en otros casos? ¿Por qué sentimos el deseo irrefrenable de compartir este tipo de cosas aún sabiendo, con total seguridad, que vamos a hacer daño? ¿Qué ganamos con esto?
La realidad es que no ha quedado tan lejos aquellos siglos en los que se sacrificaban a las personas en el Coliseo romano y era la voluntad de un dedo lo que salvaba a los que se encontraban esperando el veredicto final.
Hemos cambiado, sí, aunque hemos trasladado el circo a la pantalla del móvil, y ahora ese mismo dedo es el que determina si alguien “muere” cuando decidimos enviar a nuestros contactos una imagen que nos ha parecido “graciosa”.
La empatía no es sólo ponerse en el lugar del otro. La empatía es tener la valentía de pensar cómo te sentirías si a ti te ocurriera lo mismo que a esta pareja.
Hace algún tiempo me cruzaba con un chico que, lejos de decirme un piropo, me soltaba una auténtica barbaridad. Ni corta ni perezosa me volví y le pregunté que si tenía madre… “pues claro que tengo madre… ¿qué pasa?” a lo que yo le respondí “pues imagínate que alguien como tú le diga lo mismo que me has dicho a mi“. Me pidió perdón y se fue con “el rabo entre las piernas”.
Conseguí que se sintiera como yo: FATAL. Creo que a partir de ese momento se pensaría más de una vez decirle a otra mujer algo parecido en medio de la calle y que tanta gracia le hizo a sus amigos.
imaginaos por un momento que fuésemos nosotras las que aparemos en el vídeo. ¿Qué pasaría por nuestra cabeza si nos viéramos? No vale decir que nosotras no haríamos eso. No hace falta llegar a ese extremo. Puede tratarse de una tontería… Una tontería que si traspasa nuestra intimidad puede convertirse en el divertimento de todos cuando alguien tiene la idea de enviarla a su amiga íntima y ésta a la suya, y esta a la suya… y así hasta el infinito del círculo más íntimo.
Contemos más de diez antes de hacer algo así. Estamos violando la intimidad de las personas. Podemos causar mucho dolor no solo a los que aparecen sino a su familia, a sus hijos, a sus padres, a su mujer, a su marido, a sus amigos. Pensemos que no son actores, que son personas normales (como tú y como yo). Que no es ficción porque el simple hecho de que nos separe una pantalla, no significa que eso que estamos grabando no sea tan verdad como que es la realidad.
Hoy mientras comía hemos vuelto a tener la conversación y una persona decía “bueno, mujer, tampoco te pongas así. Total, dentro de cinco días nadie se va a acordar de esto“… Efectivamente, dentro de cinco días estarán en el centro del “circo” otros pero los que han sufrido este escarnio público lo recordará para siempre.
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