27 Sep De vaquitas y stops… El cuento que se repite en nuestra vida
Este artículo en Mujeres Valientes, es una propuesta; un juego incómodo, una crítica. Letal, directo, sin florituras. Voy a comenzar contándote una pequeña historia que tiene dos partes.
Contenidos
PRIMERA PARTE DE LA HISTORIA: EL MAESTRO Y SU DISCÍPULO
Un maestro sabio y su discípulo andaban por un bosque y vieron una casa de madera. Era una casa de aspecto muy miserable, de aspecto decadente, en la que vivía una familia muy pobre. Andaban descalzos y vestían con ropa sucia y gastada.
El maestro, le preguntó al padre de la familia, cómo hacían para sobrevivir en aquellas condiciones.
Y el hombre le dijo: -Nosotros tenemos una vaquita. Una vaquita que nos da leche. Y con el poco dinero que ganamos con esta leche sobrevivimos-.
Cuando el maestro y su discípulo se fueron, el sabio le ordenó a su discípulo: -Mata a la vaca-
El alumno, sin saber si hacía bien, fue a buscar a la vaquita, y la tiró por el precipicio.
Unos años después, el joven discípulo regresó a casa para pedir perdón a la familia.
Y vio que aquella casa ya no era una choza. Estaba hecha de ladrillos. La familia vestía ropa de buena calidad y el jardín estaba cuidado con muchas plantas y flores.
Y el padre de la familia le explicó:
-Nosotros teníamos una vaquita que se cayó a un precipicio. Como vivíamos de ella, nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas. Despacio fuimos despertando, y fuimos descubriendo habilidades que no sabíamos que teníamos. Gracias a esto, ahora vivimos más cómodamente que antes-.
(Relato extraído de la serie Merlí)
Pero ¿Una vaquita? ¿Un maestro? ¿Un precipicio? ¿Qué significa todo esto?
Tenemos un repertorio literario-metafórico-refranero que nos determina de forma inconsciente y tremendamente poderosa: “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, “más vale pájaro en mano que cientos volando” y un largo etcétera de expresiones, que han formado parte de nuestra educación y han determinado, nuestras decisiones más valiosas.
Por eso soportamos relaciones que nos destruyen o aguantamos en trabajos que nos humillan. Y por eso las calles están llenas de “ahí vamos”, “tirando que no es poco” o de “como siempre, tú sabes”.
Nuestras calles están llenas de quejumbre y de vaquitas amarradas a la cerca, “no vaya a ser que si la vaquita se escapa la vida vaya a mejorarme y yo empiece a tener motivos para ser feliz y después no sepa cómo hacerlo, pues mi trabajo me cuesta mantener mi quejumbre”.
SEGUNDA PARTE DE LA HISTORIA: LOS STOPS DE LA VIDA
Los Stops de la vida, son como un puñetazo con guantes en la cara. Es un quedarse inconsciente tirado en el suelo. Es ese algo que no se ve, pero que sabes que se te ha roto por dentro. Es como el crujido de un suelo de madera antiguo, es una caída al vacío, una montaña rusa con los raíles de madera, el chirrido de una puerta oxidada al abrirse.
Se parece a ir a 300km por hora en el lugar del piloto, con las manos atadas a la espalda. Tienes más miedo que nunca pero sabes, que no puedes hacer nada por evitar lo que está pasando.
TU VAQUITA HA DESAPARECIDO
La vida de la gente continúa: Los vecinos salen a barrer la puerta, el de mantenimiento cambia las bolsas de la plazoleta y el de arriba discute por las mismas cosas de siempre. Y tú no puedes, tú simplemente no puedes; tu vida va más lenta y si te preguntan ¿Qué te parece si mañana…? Tú sabes que para ti lo importante es sobrevivir a hoy y que sencillamente el mañana no existe.
Y bueno esto… esto sólo quien lo ha vivido lo sabe, ese es el desconsuelo más desgarrador y desconcertante que nadie ha sentido nunca.
Hasta que te despiertas una mañana, y esa mañana te regala la libertad, de no tener que estar pendiente a tu vaquita de siempre, esa mañana sabe a cosas chiquititas despacito y bien hechas: el café, el camino al trabajo o Évora con 37 grados a las 8 de la tarde.
Ese día es tu antes o tu después, justo lo que tu decidas, ese día es mágico porque tu dolor te enseña a empezar de nuevo muchas cosas. Te enseña a ser la valiente de la peli… Mujer valiente, la que siempre aparece en la penúltima escena para rescatar (se).
AHORA ERES ÍTACA… ES LA ESTACIÓN DEL AÑO QUE ELIJAS… ¡HAS RESURGIDO!
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