¿Cerebro de hombre y cerebro de mujer?. Mujeres Valientes

¿Cerebro de hombre y cerebro de mujer?

¿Cerebro de hombre y cerebro de mujer?. Mujeres Valientes

 

Cerebro de hombre… Vs… Cerebro de mujer

 

Desde que Aristóteles describiera a la mujer como «más pícara, menos simple, más impulsiva, más compasiva, más propensa a las lágrimas, más celosa, más quejosa, más apta para reprender y herir, más descarada y más mentirosa», las mujeres hemos arrastrado ese sambenito hasta nuestros días.

Su influencia en el pensamiento occidental, máxime en la Edad Media, ha conformado el cuerpo de creencias que se ha mantenido de alguna manera vigente.

Aristóteles no dudaba en describir a la mujer como inferior al hombre en fuerza, inteligencia y moral: “Parecen hombres, son casi hombres, pero son tan inferiores que ni siquiera son capaces de reproducir a la especie, quienes engendran los hijos son los varones”.

Puede parecer mentira pero en muchas de las frases que utilizamos hoy, siguen teniendo coletazos de esta visión: “La mujer es una animal de inteligencia corta y de pelo largo”. Y es que, para muchos, aún persiste la idea de que existen cerebros azules (hombres) y rosas (mujeres).

Llega al punto de que en la actualidad se siguen realizando estudios para demostrar que el cerebro de las mujeres y de los hombres son todo lo idénticos que pueden ser entre dos personas diferentes.

Uno de los últimos que se han realizado, y que recoge el diario El País, nos ha traído conclusiones que sí nos han dado una sorpresa: y es que esta vez sí han encontrado diferencias notables, pero solo en los países con mayor desigualdad de género.

 

La causa: el estrés que estas condiciones provocan

 

En este estudio publicado en la revista PNAS se han realizado análisis de casi 8.000 resonancias en 29 países y sugiere que el entorno social perjudicial modifica algunas de las estructuras del cerebro.

Al parecer, es la India el país estudiado donde se registra una mayor desigualdad entre hombres y mujeres. Ya hace mucho tiempo que se sabe que el cerebro de una persona cambia con las circunstancias del entorno, la llamada plasticidad neuronal.

El equipo que ha realizado el estudio ha tenido en cuenta el Índice de Desigualdad de Género y el Índice de Brecha de Género para establecer el ranking donde la desigualdad es mayor. Han visto que las mujeres tienen más riesgo de sufrir enfermedades mentales y suelen tener menos éxito en los estudios que los hombres.

En China, por ejemplo, se ha observado que la demencia es mayor entre las mujeres que entre los hombres, y se han identificado la falta de ejercicio o el analfabetismo como factores de riesgo para sufrir este tipo de enfermedad.

Una de las diferencias halladas fue que el grosor cortical del hemisferio derecho del cerebro era más fino en las mujeres que en los hombres. Sin embargo, no había diferencias significativas en el grosor cortical entre mujeres y hombres en los países con mayor igualdad de género.

Nicolás Crossley, de la Pontificia Universidad Católica de Chile y coordinador del estudio, explica que este tipo de trabajos apuntan a un efecto observable de la desigualdad de género en el cerebro en las personas que se ven expuestas a una subordinación permanente e incluso a la violencia física.

Sus palabras han sido “hay gente que defiende que estas diferencias en los roles sociales son fruto de las diferencias biológicas y aquí mostramos que algunas de esas diferencias pueden cambiar por el ambiente social”.

 

A la vista de estos datos: ¿Cuál es la buena noticia?

 

Que el ambiente, el entorno en el que vivimos, puede afectar en un sentido y en el otro. Puede que las condiciones en las que  hemos crecido y en las que nos han educado nos hayan impactado negativamente, pero es reversible.

Para poder “desandar” este camino, hacen falta dos cosas:

La primera, que podamos ser conscientes del efecto del ambiente ha causado en nosotras y que sepamos que ésto no está determinado biológicamente. Parte de ese nuevo camino nos tocará andarlo individualmente con voluntad y ayuda por parte de nuestro entorno; y si no es el más adecuado, tendremos que hacer lo posible por rodearnos de las personas que sí nos aporten en nuestra evolución, incluso de un profesional cuando sea necesario.

La segunda, y más importante, el cambio que debe producirse en la estructura social e institucional. Por parte de las administraciones tienen que poner los recursos y las ganas para que esos ambientes tan dañinos desaparezcan: Entornos con violencia física y/o psicológica, de desigualdad económica, de discriminaciones por cualquier motivo. Y deben fomentar que llegue a todos los estratos sociales el desarrollo real de la igualdad de oportunidades.

A nivel personal, como parte importante de esta sociedad, la manera en que podemos contribuir al cambio es a través de la educación de las nuevas generaciones. Romper el círculo que daña la autoestima de tantas niñas y niños será la llave para que nuestros cerebros sean tan iguales como siempre fueron y deben ser.

Raquel González
rq.glez.ruiz@gmail.com
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