14 May Amalia López Cabrera… Una pionera de la fotografía
Culta, educada, aventurera, curiosa, pionera… Así era Amalia López Cabrera, una mujer que quiso ‘retratar’ la vida y que, como otros muchas mujeres, ha sido olvidada por la historia.
Amalia nació en Almería en 1837, una ciudad en plena ebullición y que cuatro años antes se había convertido en la capital de la recién creada provincia de Almería.
Con apenas 20 años conoció al que sería su marido, el editor e impresor jiennense Antonio López Vizcaíno, un señor viudo y con tres hijos ya mayores. Poco después se casó con él y el matrimonio se instaló en Jaén.
Amalia llegó a una ciudad extraña, apenas tenía amigos y sí mucho tiempo libre. Cuando el tedio comenzaba a hacer mella en ella ocurrió algo que le cambiaría la vida.
Por aquella época estaba en la ciudad el Conde Lipa, un capitán del ejército de Polonia, expatriado en Francia y amigo de Luis Daguerre, inventor del daguerrotipo y que se dedicaba a enseñar los conocimientos técnicos necesarios para practicar la fotografía.
Fue entonces cuando llegó a oídos de Amalia que había llegado a la ciudad un Conde que hacía magia con una cámara oculta. Y ella, que en sus lecturas juveniles ya se había instruido en el arte de la fotografía y sabía qué era eso del daguerrotipo, sintió curiosidad y se acercó hasta su buhardilla.
Amalia López Cabrera, sería la primera alumna jiennense del Conde
Se entusiasmó con los secretos de las placas, las baños de platas, las exposiciones… Y cuando se sintió preparada, abrió su propio estudio en el barrio de la Merced, al lado de la imprenta de su marido. Corría el año de 1860 y Amalia López Cabrera, que comenzó a firmar sus obras como Amalia L. de López (por la coincidencia de apellido con su marido) se convirtió en la primera mujer en abrir un estudio propio de fotografías.
Amalia López Cabrera se convertía así en toda una pionera de la fotografía.
Hasta entonces, las mujeres que se habían adentrado en ese mundo permanecían a las sombras de sus maridos, pero Amalia, además de ponerle nombre a su estudio, se encargaba de gestionarlo y de hacer y revelar sus trabajos fotográficos. Y por si todo eso no fuera suficiente, anunciaba su trabajo en prensa, en el Anunciador, y entre otros cosas decía:
“Gabinete fotográfico. Retratos. Grupos. Reproducciones. Vistas… No se entregan retratos si no satisfacen a las personas interesadas… Horas de trabajo desde las diez a las dos de la tarde… Se hacen retratos aun en los días nublados… Tiempo de exposición casi instantáneo”
Durante ocho años, Amalia López Cabrera estuvo haciendo retratos, paisajes, tarjetas de visita, imágenes post-mortem…
Reconocida y respetada por sus compañeros de profesión, también se dedicó a impartir sus conocimientos por diferentes puntos de España. En 1968 participó en el Concurso Nacional de Fotografía, recibiendo una mención honorífica por la calidad de su trabajo.
Pero apenas un año después, su marido recibió la concesión del Gobierno para imprimir La Gaceta Agrícola en Madrid. Una oferta irrechazable para la familia que se vio obligada a mudarse a la capital de España.
Amalia López Cabrera cerró su gabinete fotográfico y cesó su actividad labora. Ya no volvió a saberse nada de ella, ni siquiera dónde y cuándo murió.
Una vez más, la historia se olvidó de una mujer fascinante
Y de nuevo la historia le dio la espalda a una Mujer Valiente que rompió moldes y consiguió plasmar una época en la que la fotografía fue una auténtica revolución en las vidas de toda una generación.
Una generación que vio cómo las imágenes, se convertían en lo que hoy conocemos como las redes sociales de aquel momento.
No Comments