21 Feb Vuelve la burra al trigo VS el punto de partida para la mujer

“VUELVE LA BURRA AL TRIGO”
¿Y por qué vuelve la burra al trigo? Porque ahí encuentra algo que la satisface, sin más.
Vuelve la burra al trigo porque le aporta nutrientes, que le da la seguridad de que ahí lo tiene y no hay que buscar más, que se mantiene en una rutina que le gusta, que evita mayores esfuerzos, que el sabor le encanta, o que al meterse en el trigal viene el amo y la mira (aunque con ira) y la toca (aunque a palos) y le habla (aunque a gritos)… lo que sea, pero aunque la tornen ella vuelve al trigo, y a pesar de los tirones de correas o palos en el lomo ella querrá volver al trigo.
¿Por qué volvemos las mujeres?, ¿Qué nos pasa cuando nos reconocemos (o nos reconoce una amiga o nuestra pareja) volviendo al trigo? Volviendo a eso de lo que un día renegamos, a aquella situación que tanto criticamos, dando oportunidades infinitas a relaciones de las que salimos dañadas una y otra vez. Aferrándonos a puestos de trabajo en los que no somos felices, educando a hijos de la manera que sabemos que no nos sienta bien a ninguna de las dos partes… ¿Qué nos pasa? ¿Por qué lo hacemos?.
Vuelve la burra al trigo y la supervivencia emocional
Porque somos un poco burras algunas y un mucho otras. Porque a todas nos complace estar donde ya nos sentimos “cómodas” sabiendo cómo desenvolvernos (aunque perjudicándonos), porque sentimos un entorno “seguro” que nos da amparo (aunque falso en muchas ocasiones); quizá también porque volver es la excusa perfecta para poder quejarnos… sí, para encontrar justificación a esa cita con la hermana, cuñada o amiga del alma, que SIEMPRE está ahí para escucharnos, empatizar y apiadarse de nosotras.
Sin error o falta no hay opción de queja, sin queja difícilmente encontraremos consuelo, pues entonces es fácil: cometo de nuevo el error por el que me sentí tan significante y vuelvo a recibir esa atención tan exquisita y que tanto alimenta a mi ego.
Por ahí van también los tiros, por el YO. Me refiero a ese YO roto, agrietado desde la niñez y parcheado a duras penas en la adolescencia, a ese YO falso que se mueve deambulante en un grupo social en el que no siente amparo ni seguridad, un YO superviviente que actúa bajo las decisiones tomadas en la inmadurez para, simplemente eso, sobrevivir emocionalmente.
Y, paradójicamente, en ese punto de supervivencia emocional, por evitar algunos sentimientos que nos harían sufrir (soledad, esfuerzo, miedo a los cambios, a la baja estima de una misma que nos impide salir de la zona de confort, al juicio externo, al rechazo, a la frustración, a la dependencia económica…) nos metemos de cabeza en otros en los que el sufrimiento parece no importarnos (infravaloración laboral o de pareja, menosprecio, durísima auto-crítica, tristeza, miedo, soledad…)
Así que parece estar claro que no evitamos realmente lo que queremos evitar, simplemente nos lo procuramos con un vestido de otro color, mientras masticamos el trigo, momentáneamente sabroso, en un trigal al menos conocido y que está al alcance de nuestra mano.
¿Puedo dejar de ser tan burra?
Sí, puedes y debes. Por supuesto no pierdas de vista eso positivo que hay en lo que te hace sufrir porque es lo que debes buscar en otro entorno tranquilo, no pierdas de vista tus necesidades y tus objetivos, esfuérzate por algo: por tenerlos claros, aunque al paso del tiempo sean revisables y flexibles, para saber hacia dónde quieres ir, cómo y con quién.
Será duro en unos momentos, aliviante en otros; de ti depende y en esas decisiones de cambio es donde debes enfocar tus ganas, en tomarlas tranquila y probar, en disfrutar los beneficios y aprender de los errores para retomar las ganas y la toma de decisiones.
Siempre hemos oído esto de que cuando se cierra una puerta se abren muchas ventanas desde las que descubrir nuevos horizontes, y está claro que si no cierras una detrás de ti no avanzas. Da vértigo, lo sé.
Conviene tomar perspectiva para tomar decisiones de cambio que nos suponen un esfuerzo emocional, yo suelo utilizar varias maneras:
- Imagino que mi situación no es mía sino que es de una consultante o de mi mejor amiga. Entonces me pregunto ¿qué le aconsejaría yo que haga viendo la situación así, desde afuera? Porque siempre encontramos más fácilmente solución a los problemas ajenos que a los propios. Y eso que le diría a mi amiga me lo digo a mi (que soy mi mejor amiga, ¡RECUERDA!)
- Relativizo al máximo, porque al ponernos en extremos muy drásticos somos capaces de quitar plomo a asuntos que nos aplastan y bloquean. Por ejemplo: “Si dejo este trabajo voy a perjudicar a mis hijas y quizá las tenga que quitar del equipo de voleibol por no poder pagar las cuotas… aunque es duro puede que sea solo temporal, y es mejor que tener que quitarlas del equipo porque hayamos tenido un accidente de coche y queden en silla de ruedas o yo haya fallecido”… Vale, suena macabro pero puede pasar, entonces me ayuda a no bloquearme con algo que es relevante solo en cierta medida, en este caso quizá la prioridad es dejar ese trabajo que me tiene infeliz, insatisfecha y que me provoca ese malestar con el que trato a mis hijas al volver a casa, a veces el dinero no lo es todo.
- Me digo frases alentadoras que me capaciten, que me hagan sentir capaz de lo que me da miedo o vértigo:“Yo valgo. Si no sé aprendo, si no puedo entreno, hasta conseguir lo que yo deseo”
Os animo a probar con la que mejor os siente, con la que os haya latido mientras leíais, con la que queráis, y a aprender de ello y a seguir avanzando sin quedaros limitadas a ese trigal que solo os deja, después de un buen sabor de boca, una mala digestión que podría acabar en úlcera.
Y sí, algunas volvemos al trigal y volvemos a decidir salir, otras no salen nunca y otras no vuelven jamás a él. Así seguimos las mujeres nuestro paso por esta vida. Cuida a las burras que tengas cerca y cuida de ti. Sé un poco más lista de lo que fuiste que nunca es tarde para estar bien.
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