29 Abr Soledad Galán Vs. Isabel II
Una adolescente ciñendo una corona y atada a un marido que no podía ser su amante. Una mujer apasionada que siempre buscó el placer, y a la que los hombres hicieron pasar las de Caín. Hablamos de Isabel II, la reina española a la que da voz y alma la escritora extremeña Soledad Galán en su novela “El diablo en el cuerpo”, publicada por Grijalbo. La autora pone voz a una soberana con “el diablo en el cuerpo” que ha pasado a la Historia con toda su fama de ninfómana, pero en la que descubrimos una fuerza y un humor, sin los que no podría haber sobrevivido en ese mundo tan machista que la rodeaba.
En primera persona y desde sus últimos días e incluso desde la muerte, esta Isabel de la novela evoca su vida dejando ya muy claro que intentó gozar. Y con un lenguaje sin tapujos, directo, descarnado, fresco y, por supuesto, muy castizo.
La novela está dividida en dos partes: durante su reinado ( en los palacios de Oriente, La Granja y Aranjuez) y ya en el exilio.
Es decir,”cuando fue reina” y “cuando fue sólo Isabel”. Pero siempre muy entregada a su búsqueda del placer, una constante en su vida desde que la malcasaron con su primo homosexual, esa Paquita, como ella misma lo llama a lo largo del relato.
Ejerciendo su influencia sobre la joven reina y hasta sobre sus asuntos de cama, veremos a los distintos y alternativos gobiernos, pero sobre todo a la Iglesia, especialmente a través de esa monja de las llagas, tan siniestra.
Isabel enfermará por la falta de sexo, incluso en el sentido más literal, con unas erupciones cutáneas que, como cuenta a través de la escritora, la vuelven “mujer culebra” ya que esas durezas en la piel le funcionarán también una coraza, un endurecimiento ante la vida..
Soledad Galán presenta a Isabel en esos primeros años juveniles provocando divertida a Olózaga o Narváez, aunque como primer amante aparece Serrano, su “general bonito”, como ella lo llamaba, y que queda retratado como un tipo bastante aprovechado,por cierto, de esos favores reales.
Esos encuentros sexuales con Serrano se describen tan voraces como el apetito regio, porque Isabel se pirra por los judiones y el cochinillo, de forma que no sólo el amor la llena y engorda. Y todo mientras a su alrededor se suceden los gobiernos, con aquella alternancia de moderados y progresistas que hacía que hasta ella misma dudara de quién estaba gobernando en cada momento, lastrada además por su absoluta carencia instrucción política, como la tontaina de los Borbones a la que los políticos mandaban ver sombreros bonitos.
Isabel se va puliendo conforme avanza la novela, con lecturas como “Las relaciones peligrosas”, de Laclós, pero sobre todo va aprendiendo a base de traiciones, de todas esas conspiraciones que se tejieron a su alrededor instigadas incluso por su propia madre.
La reina con el diablo en el cuerpo parió 12 hijos, aunque la mitad nacieron muertos o fallecieron a los pocos días. En su mayoría, se desconoce quienes fueron los padres, y aunque en la novela se habla de José María Ruiz de Arana como padre de la infanta Isabel, La Chata (La Araneja), no deja claro que el padre del futuro Alfonso XII fuera el ingeniero Puig Moltó, como apuntan muchos, aunque sí aparece aquí en el listado de sus amantes. Eso precisamente, el listado de los amantes, es un tema que se convierte aquí en asunto de Estado, con informes sobre la vida sexual de la Reina, tan avanzada y liberada para su época, y que en esta novela se presenta con una sensualidad arrebata, con tórridos encuentros en La Granja, entre las fuentes, o en el Alcázar de Sevilla, ciudad donde transcurren algunos de los momentos más hilarantes del relato.
“El diablo en el cuerpo” sigue la vida de la reina desde su despertar y plenitud sexual también hasta su climaterio, enfrentada a esa nueva etapa recurriendo a estimulantes para mantener su ritmo amatorio, con dificultad para asumir la menopausia. Vemos a una reina que envejece y se ensancha, como cualquier otra mujer, pero en su caso asistiendo también al desmorone a su alrededor. no sólo como reina depuesta, sino también sobreviviendo a sus amigos y hasta a su heredero..Una mujer de carne y hueso, con desparpajo y desvergüenza, que disfrutó, amó y sufrió y que, al menos en el aspecto de la promiscuidad sexual, no quedó muy atrás de los hombres de su dinastía.
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