15 Feb Oportunidades perdidas o cómo aprovechar el momento
¿Cuántas veces te has quedado con las ganas de algo? ¿Cuántas veces te has acordado después de ello? ¿Cuántas te has arrepentido de no haberlo hecho?
Y te encuentras pensando o diciendo aquello de “Tenía que haberlo hecho”, “Tenía que haber aprovechado la oportunidad”.
Dicen algunas lenguas que hay trenes que pasan y no vuelven a parar en nuestra estación, con lo cual, si no subimos a tiempo, perdemos la ocasión de haber disfrutado de ese viaje, trayecto o destino.
Oportunidades perdidas… La hora de no esperar ningún tren
Otras dicen que si ese tren no vuelve puedes ir tú a cogerlo en otra estación por la que sí vaya a pasar o que hagas el viaje en autobús si no hay tren que te lleve o que busques otro destino o que, simplemente, camines por tu propio pie hacia donde quieras estar.
Un horario de trenes no puede ser la justificación para que nos demos por vencidas, para que aceptemos haber “perdido” una oportunidad. Sería aceptar que los demás, quienes planifican ese horario, marquen nuestro destino.
Y es que el destino no es siempre un lugar soñado de arena fina y sol, a veces el destino es el sofá, la casa de una amiga, el abrazo de un padre o la cena con los primos maternos.
¿Quién decide aprovechar las oportunidades o dejarlas pasar?
¿Te das los permisos que crees que necesitas para vivir?
Sí. Eres tú. La única que pone o quita los síes y noes que marcan el transcurso de tus días.
“Ay, qué ganas de sentarme un rato ya… Pero voy a terminar esto para estar más liberada mañana”
“De ganas me iba de cena con vosotras… Pero voy a aprovechar que estoy sola en casa para bla, bla, bla.”
“El día que yo pueda irme tranquila un par de horas a la peluquería será porque se acaba el mundo chica, que desazón… no encuentro el momento”
“Necesito estar sola… Y me siento fatal por querer desconectar teniendo estos dos peques necesitándome, porque no sé cómo va a ser el día que yo falte, la verdad”
“Siempre quise ir a Sevilla… ¡Igual en mi próxima vida nazco allá y me desquito con ganas!”
“Siempre me he arrepentido de no haberme ido a trabajar a Suiza con mi hermana cuando se fue ella… No quise hacer sufrir más a mis padres ni dejar aquel novio que tenía. Bueno… y lo del idioma, que a mí me echaba para atrás más que a ella. Todo hubiera sido tan distinto…”
Sí, y te lo puedes tomar con guasa, según el momento, o lo puedes ir acumulando y acomodando a “modo víctima y arrepentida”, como una mujer sufridora que se clava puñales a si misma sin darse ni cuenta.
Date permiso.
¿Te lo tengo que dar yo?
¿Necesitas que con este artículo yo te diga “date”?
Pues dátelo. Y vive. Y si te arrepientes de algo que no sea de no haberlo intentado. Déjate sorprender por las sensaciones. ¿Sabes? ¡No se muere nadie por dejar sin hacer esa labor hasta la mañana siguiente! ¡Está comprobado! Bueno, a no ser que seas médica en urgencias, por ejemplo, ¡Jajajaja…!
Date permiso para reír y llorar cada vez que te apetezca o lo necesites, para sentarte o para levantarte e irte, para volver a la misma silla cuando te plazca, para opinar (con respeto, claro), para escuchar y aprender, para mirarte y atenderte.
Date permiso para quererte todos los días (incluido especialmente el catorce de febrero), para elegir tu compañía, para educar y para soltar, para confiar y desconfiar, para pedir ayuda y apoyo, para vivir y para morir…
Date permiso para ponerle el horario a los trenes de tu vida
Date permiso mujer
Y si después de haber disfrutado el permiso cuan quinto en la mili ves que no mereció el intento, dátelo para decidir otra cosa distinta. Al fin y al cabo tu vida es tuya ¿o no?
No Comments