25 May Mujeres Valientes que dicen lo que sienten
Ya se lo he dicho… ¡Qué alivio tengo!
Es que no hay nada más inquietante, turbador, íntimo, frágil y terrible que callarte algo que necesitas decir. No importa lo que sea porque puede ser un gran secreto o algo que no soportas que otro haga, no importa el qué, importa el porqué. ¿Por qué has decidido callarte y no decirlo? Por miedo al qué dirán, al juicio, a la condena, por temor a no contar la pura verdad y ser señalada, por la inseguridad de sentirte estúpida al estar preocupada “por eso”, ¿por cortesía? Desgraciadamente nos educaron con el “Si crees que le va a sentar y se puede llegar a enfadar mejor no se lo digas” y el “No le digas eso que si se entera se muere” y ahora cumplimos como fieles discípulas.
Por no dañar al otro te dañas tú
Por no dar luz a una verdad vives en la mentira. Por hacer lo que se espera que hagas y cómo se espera que hagas no estás siendo tú ni atendiendo tus latidos. Acomodadas a matrimonios vacíos, a puestos de trabajo insatisfactorios, a amistades y grupos insulsos. Soportando. Hasta aquí llegan las quejas porque a partir de ¡ya! la perspectiva es la respuesta que DECIDAS dar a una pregunta:
¿Qué DECIDO hacer ahora?
Hazte de una vez dueña de tus pensamientos. Las circunstancias, la mala suerte, los años, la crisis, la vida, la sociedad, ese hombre, tu hija… no son los responsables. Sólo TÚ decides dónde estás y cómo. Coge las riendas y vive tu vida al lado de quien tú quieras y que te acepte. Coge las riendas y, siendo muy respetuosa (ahora te daré unas pistas de cómo) dile lo que piensas, sientes y necesitas. Coge las riendas y libérate de esos momentos de hastío al entrar al trabajo y saber que, otra vez, tendrás que estar soportando la mirada del superior o el mal aliento de la compañera.
Coge tú las riendas y habla. Libérate
No me refiero a “Rompe con todo y vive la vida”, claro que no. La que no es madre es hija y la que no trabajadora por cuenta propia o ajena, todas tenemos alguna atadura y somos responsables de no abandonar pero ¿hasta dónde?
¿Por qué nos cuesta tanto decir NO y dejar de aportar, ayudar o colaborar con aquella causa para la que ya no tienes ánimo, tiempo ni quizá interés? ¿Por qué debemos cargar con algo que no es nuestro para no dejar a los demás con el marrón? ¿Tenemos que seguir soportando lo que se puede cambiar sin que se muera nadie?… Los mismos que nos educaron en “No se lo digas que la matas” nos dejaron otra muy interesante que es “Ninguna es imprescindible”, y esta es verdad absoluta.
Os dije que os daría pistas de cómo decirlo, aquí van, son habilidades comunicativas asertivas, basadas en el respeto mutuo, que os serán útiles para dar el paso. Una es utilizar el código N.E.M.O., di lo que te hace sentir la situación, qué es lo que te molesta y cual sería tu objetivo (Nombre, Emoción, Motivo, Objetivo), por ejemplo: “Yo estoy triste porque cuando llegas a casa no me atiendes y me gustaría que cada día me dieses un beso y tuviésemos un rato para charlar sobre nuestra jornada”.
La clave es hablar desde el YO para no juzgar ni etiquetar a nadie. Hablo desde lo que yo siento y desde lo que a mí me sentaría mejor. El otro decide si colabora para que se cumpla o no, es muy respetuoso. Sería diferente si le dijese: “Es que siempre estás igual, porque eres un despegao y menos cariñoso que… ni me das un beso ni ná. Tú a lo tuyo, pero que no te falte lo que tú quieras ¿verdad? Pa eso sí me miras y me haces caso. ¡Anda y que te den!”
En talleres de educación respetuosa usamos una actividad llamada Molestias y Deseos en la que, mientras nos pasamos de uno en uno una mosca de plástico decimos “Me molesta que… ” y seguido nos pasamos una varita mágica para completar la frase con “Y me gustaría que… ”, por ejemplo: “Me molesta que dejes tus deportivas en el salón y me gustaría que te encargaras de recogerlas a su sitio”, en vez de “Otra vez tus deportivas aquí en medio, siempre estás igual, eres un desastre y un desconsiderado, claro, como tienes la sirvienta que te lo viene a recoger como una tonta… Voy a empezar a dejar yo lo mío por medio a ver qué tal” y matas la relación mientras que te vas apuñalando a ti misma con esa manera de hablarte.
En cuanto a los secretos… ¿qué decir? Pues que no los recibas si no quieres, no te comprometas a guardarlos si vas a necesitar contárselo a alguien porque no soportas tú sola la carga. No permitas que el morbo del cotilleo te haga engordar kilos por la ansiedad de no poder desprenderte de una información. Al final te ves con eso de: “Mira lo que me contó María, pero no se lo digas a nadie, por dios, que me dijo que le guardara el secreto y si se entera de que te lo he dicho me mata”. Los adultos somos adultos porque tenemos la habilidad de cuidarnos a nosotros mismos, de empatizar con los demás, de tomar decisiones y, sobre todo, de gestionar lo que venga lo más racionalmente posible, entre otras cosas. Entonces… ¿Por qué se va a morir si se lo digo? ¿Por qué va a sufrir lo indecible si le comunico mi decisión?… tendrá que saber aceptar lo que viene, contrastar información, acomodarla y gestionar lo que le esté latiendo, ¿o no? Imagina un niño al que se le confía un secreto de mayores, ese niño no puede cargar con esa responsabilidad, es cruel pedirle que calle, es como decirle “Sufre pequeño que es lo que te traigo ahora”.
¿Y tu cuerpo? Sabes que las emociones no gestionadas y las necesidades no atendidas bloquean el flujo de energía corporal y los chacras, incluso pueden llegar a somatizarse. Dice “Dime qué te duele y te diré qué tienes que perdonar”… ¿hasta cuándo vas a seguir así?
Yo ya se lo he dicho y ¡Ufff! ¡Qué alivio! No quería seguir ocupando el cargo de tesorera en esa asociación y he presentado mi renuncia, después de muchos comederos de cabeza y dolores de garganta por callar lo que quería gritar. Ya se lo he dicho y no se ha muerto nadie.
No Comments