15 Jun Mindfulness… Vivir el momento en tiempos de Covid-19
Tantas veces oyendo hablar o leyendo recomendaciones sobre vivir el momento, estar presentes y ser conscientes del ahora… y cuando creo que lo estoy haciendo, porque realmente así creo que me sienta mejor la vida, veo unas imágenes en televisión en cámara súper-lenta y entonces sí me despierto del todo.
Me asombra y genera plenitud ver la acción en cámara súper-lenta, ver cada fotograma de lo que pasa a mi alrededor aunque solo sea en algunos instantes del día. Es la manera de percibir y apreciar los detalles de un mundo infinito lleno de instantáneas maravillosas.
Imaginemos que nos invitan a una exhibición
El objetivo de los participantes será hacer puntería con arco y flecha en una sandía ubicada a más distancia de la que podríamos considerar como normal. Podemos entonces centrarnos en observar la acción general y esperar el resultado: a ver si la clava en la sandía o no, de hecho miraremos un momento a la tiradora y el resto del tiempo a la sandía para no perdernos el final.
Ahora bien, si nos quedamos en eso sólo… no seremos capaces de ver la tensión en los músculos de su brazo, la posición de sus dedos sobre el arco, la concentración de su mirada y su gesto, la elegancia de su postura y aplomo, la rectitud de la flecha, la maestría del artesano que hubiera pulido su punta, la simetría entre sus plumas o algo tan desapercibido como la piel de esa fruta, impermeable, fina, tersa, fuerte, protegiendo toda la jugosidad de su interior, la dulzura y el frescor de las frutas estivales… No lo vemos porque no nos paramos a mirarlo.
Mindfulness… Es vivir el momento. Tener la atención plena en el presente y observar el mundo minuciosamente
¿Y en nuestro día a día? ¿Vemos a familiares y amigos al detalle? No me refiero para la crítica destructiva ni siquiera para la constructiva en este momento, me refiero a la observación y valoración desde la vista de la cámara súper-lenta que llevamos internamente cada una de nosotras.
Es diferente ver a tu hijo entrar al salón y seguir cosiendo o mirando el móvil que ver su forma de andar, sus gestos recurrentes, lo incipiente de su barba adolescente. Imaginar qué pasará por su cabeza, intentar sentir lo que sentimos a los dieciséis.
Ni ver a tu vecina hablando con su nieto sin ver cómo él la escucha tan atento, cómo le coge la mano esperando sabiduría y amor. cómo ella se percata de un peligro y le protege, la rapidez de los cortos pasos de él para no quedar atrás al paso de ella.
O ver encenderse un fuego y fijarse en el tambaleo de la llama o en los colores que genera la combustión…
Es otro mundo y genera otra nueva vida. Esa persona que te atiende tras el mostrador de la panadería deja de ser un simple panadero y pasa a ser un hombre con una historia a sus espaldas que hoy sonríe a gusto y está tranquilo o que no sonríe y tiene una preocupación ¿el COVID19?, ¿su pareja?, ¿los impuestos?… De cualquier manera hoy algo le ronda y su conversación es breve o nula.
Y en ti misma también, dándote tiempo para observarte y verte, para conocerte y así entenderte. Ver esa piel bajo la axila o los surcos en el dorso de la mano, darte cuenta del pelo blanco y sonreír. Fijarte en tus gestos, tus tensiones, tus miradas… ¿Qué piensas, qué sientes, qué decisiones estás tomando? Mírate en calma, despacio, por dentro y por fuera, más lentamente.
Una vida con momentos presentes, sin prisa, aquí con lo que hay ahora. Detalles que nos acercan a la calma y el disfrute de las que consideramos “pequeñas cosas” quizá porque no entendemos que las otras, las que sí vemos a diario, se nos quedan o son demasiado grandes para poder vivir en calma y estar, simplemente estar.
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