Maternar... Una forma de "no necesitar" conciliar

Maternar… Una forma de «no necesitar» conciliar

Maternar... Una forma de "no necesitar" conciliar

 

Como cada año en estas fechas, y dando fe de aquello de que «el humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra», la vida familiar se altera, se descompone y quiebra como lo hacen el ánimo, el alma y el cuerpo de las personas que la forman.

¿Porque comienzan los cursos de nuevo?, ¿Porque volvemos al trabajo tras la vacaciones?, ¿Porque ambas razones anteriores no encajan para hacerlo sencillo?… Y estaríamos hablando de conciliación, lo sé.

¿O porque nos marcamos unos “deberías” tan imposibles de ejecutar con calma y disfrute que nos llevan irremediablemente a ese caos?

Sí, voy a hablar de no necesitar conciliar (y muchas y muchos me querréis callar ahogándome en el primer charco que encontremos) y lo haré porque creo en lo que voy a decir aunque no guste a todas.

Yo opino, y esta es la base del resto del artículo: mi opinión personal desde mi sentir, mi pensar y mi actuar, que eso de “tienes que ir al cole” (aunque no quieras, aunque no te guste, ¡aunque tengas sueño!) es lo que genera el caos.

Sí, me refiero a que si estuviésemos maternando a gusto, felices por ello, sin sentirnos menos por no ser empleadas o empresarias, simplemente estando presentes y siendo madres (como hemos decidido ser), atendiendo a esas criaturas de forma equilibrada y respetuosa, atendiendo sus demandas (desde las de lactancia hasta las de mimos y lectura o conversación antes de dormir incluso a los 13 años) no habría caos familiar.

 

Maternar… Una manera de atender a nuestros hijos de forma equilibrada

 

Pero señoras y señores hemos elegido la píldora roja y eso conllevó: Compromisos económicos, que obligan a trabajar a ambos progenitores, siempre que sea posible, para no ser deudores, unido a heridas del alma que arrastramos todas en mayor o menor medida, desde la infancia o la adolescencia por la misma razón de no haber sido atendidas en nuestras demandas esenciales.

¿Resultado del cóctel? Explosión cuando los requisitos externos no se pueden atender de forma ordenada en compás con los familiares (entiéndase por familiares los que afectan a las personas con las que convivimos y a las que, se supone, amamos incondicionalmente).

Ahora, en tiempos de respeto mutuo y feminismo, sentimos que sería un tremendo fracaso social o terrible paso atrás quedarnos en casa para maternar y que esos seres sean personas íntegras y que esa casa sea hogar. A parte de que hay labores, profesiones y/o trabajos compatibles con estar en casa, me enfoco en que estemos en casa y ya. No para que seamos mujeres florero ni esclavas de las tareas domésticas de forma unilateral, no voy por ahí, no voy a olvidar lo del respeto mutuo y el feminismo con los que estoy 100% de acuerdo, voy por atender a las personas, a las criaturas que de nosotros dependen y que creo que no haya alternativa al ESTAR presente para que se puedan desarrollar con los beneficios de la tribu.

Dentro de que habrá circunstancias familiares concretas (en las que la madre ha fallecido o está enferma, la pareja no encuentre forma de traer el sustento a casa, etc.) entiendo que en tribu a nadie le falta de nada, los apoyos humanos nos enriquecen y eso lo hemos dejado de lado al desechar la opción de haber elegido la píldora azul.

Bebés en manos de cuidadoras o educadoras (y aquí parece que tiro piedras contra mi tejado, soy maestra de educación infantil), niños y niñas en manos de docentes con falta de conocimientos sobre gestión de grupos humanos y atención a la individualidad, a los que les cuesta escuchar y atender necesidades, apretados por un sistema que les exige resultados académicos en forma de juicio (vales o no vales, llegas a la cifra o no llegas).

Monitores de tiempo libre o, incluso, videojuegos para que estén con “alguien” y vayan aprendiendo para la vida mientras nosotras vamos a otro sitio, a atender a otros en muchos casos, y que nos den dinero a cambio (por eso de no ser deudores, claro).

Propongo ser mujeres valientes, como ya lo están siendo muchas. Desprendernos de las cargas económicas y estar… Simplemente estar.

Tendremos mucha vida por delante para ser las profesionales que soñamos ser, unas más que otras, y no arrepentirnos de habernos perdido el desarrollo de esas personas que trajimos a la vida.

 

Esto implica preguntarse tantas cosas, ¿verdad?

 

¿Realmente me gusta maternar?, ¿Podré retomar mi actividad laboral después de equis años?, ¿Me arrepentiré de haber tomado esta decisión?… Tranquilidad, es normal tener dudas y que las enlacemos con miedos, como decía Nairobi en la quinta temporada de “La casa de papel”: “La condición natural de una madre o un padre es la confusión. No importa que acierten, importa que te quieran. Y para quererles de verdad, de forma auténtica, hay que estar, no darles de todo.

Lo sé. Parece utópico, suena todo de color de rosa PERO la vida real no es así.

No es así porque no la hacemos así, porque hemos elegido la píldora roja, cada fin de curso, cada inicio del siguiente, cada firma de ampliación de hipoteca, cada firma de matrícula a extraescolares… Con cada “debería” elegimos píldora otra vez, y suele ser la que no conviene a las criaturas.

 

Maternar… El acompañamiento honesto

 

Porque son las criaturas las que pagan la hipoteca, el coche y las vacaciones. ¿Cómo? Con su vacío, con el estrés, con su necesidad de dormir “cinco minutos más, por favor”, con su impotencia ante la obligación de ir, estar atento poniendo interés y estudiar para después demostrarle a esa adulta que se lo ha aprendido, con su falta de acompañamiento honesto…

Invierten hasta su última gana de rebozarse en un arenero, de mezclar texturas y colores en la fregadera de la cocina o de enseñarte lo que es capaz de hacer con un micrófono y un altavoz.

Invierten su necesidad de estar en pandilla y la sustituyen con las pantallas como anestésico o droga que ayude a no sentir.

Invierten sus anhelos en muchos casos por atender los tuyos, aquellos que tú no fuiste capaz de alcanzar por ser demasiado ambiciosos o no sentirte realmente capaz desde tus inseguridades y falta de estima propia.

Serías valiente si decidieras algo distinto y así podrías vivir un septiembre glorioso, en calma, proyectando ideas juntos, aprovechando tardes de paseo y charla, buscando países africanos en un atlas. Tirando a la basura esas galletas que tan buena pinta tenían en la receta y que tan malísimas os han salido a vosotras o disfrutando de lo buenas que están y compartiéndolas en la calle con tu vecina y sus hijos mientras le recomiendas cómo coser ese pantalón rasgado.

La vida sigue, va por el rumbo natural aderezado en exceso por las exigencias que aceptamos. Cada quien decide si aderezar más o menos, si sentir más o menos, si exigir más o menos, si aparentar más o menos… si maternar más o menos o nada.

 

Si solo una generación fuese maternada con amor generoso e incondicional toda la humanidad estaría salvada ya

 

Hace muy poco que una terapeuta me dijo: “Muchas personas fueron criadas en el hacer para evitar sentir y así lo llevan adelante, trabajan mucho para no sentir aunque creen que es porque necesitan ingresos para pagar lo material y la educación de los hijos. De hecho, cada nueva firma de compromiso económico implica un salvoconducto para poder evitar sentir un tiempecito más”. Muy fuerte, ¿no crees?.

En fin, este melón es jugoso y da para mucho debate. Siéntete libre de sentir, valga la redundancia, al leer este artículo de opinión y de pensar y actuar conforme a tus valores humanos.

No quiero hacerte sentir juzgada, ni mal, mi crítica tiene intención constructiva y pretende invitar a la reflexión. Quizá para ti, hoy, no sea posible un cambio, quizá para tu hermana, amiga o compañera sí.

Dale una vuelta porque sé que la vida y el mundo van a ser como decidamos que sea y, lo primero de todo, es atender a las criaturas de nuestra especie para nuestra propia supervivencia emocional.

 

Revisa tu caos de septiembre y toma decisiones a favor. Un abrazo.

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Virginia Garcia
contigodesenredo@gmail.com
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