17 May Madre empoderada… El valor para mejorar la sociedad
Suena el teléfono.
“Hola, buenos días”
“Hola ¿eres Virginia?”
“Sí, dígame”
“Hola Virginia, soy una madre que necesita ayuda, no puedo seguir así, no podemos seguir así…”
Y así arrancan muchas de las conversaciones que derivan en una atención individualizada de familias que están perdidas en el inmenso mar de la educación.
Una madre que pide ayuda es una mujer valiente que decide mover ficha a favor de su familia y de sí misma, que afronta sus carencias y miedos tomando acción en pro de mejorar la convivencia y, con ello, el sano desarrollo de sus hijas e hijos.
En la conversación inicial suelen salir todas las claves de lo que tendremos que atender y, seguramente será incluso, por orden de prioridades: Necesitan aprender a relacionarse sin gritar, amenazar, menospreciar y manipular, quieren convivir en calma disfrutando de la crianza.
Son conscientes de la situación de la hija (por ejemplo: que tiene apenas 3 años, con lo que ello implica en cuanto a maduración y estadio de desarrollo de la personalidad/autonomía.
La necesidad de amparo y sostén emocional de la niña, la presencia de una hermana bebé de 4 meses de vida, el inminente inicio del curso escolar y el temido primer día de clase, la reincorporación de la madre al trabajo…) y quieren aprender a educar la obediencia en ella porque nunca fue dócil y ahora, en esta situación bomba, aún menos.
Lo contrario de la docilidad es la rebeldía y surge en diferentes circunstancias apoyada en decisiones personales (aunque a nivel inconsciente) que persiguen la supervivencia emocional del individuo.
Muchas familias, en nuestro país y en el resto del mundo, se ven en situaciones similares a ésta que describo y gran parte de ellas la solventa a su manera, como vio hacer a sus progenitores antes o, simplemente, como su nivel de calma le permita.
En algunos casos mejor y entre otros peor, porque la rebeldía se complica, se acentúa la desconexión emocional entre madres e hijas y se da un pequeño paso que coloca a los miembros de la ¿familia? en modo venganza.
Las mujeres valientes que piden consejo o ayuda a la tribu, la madre o la terapeuta, se revisan y demuestran el coraje modificando sus conductas en beneficio del grupo ejerciendo así la máxima responsabilidad como miembros de la comunidad y del grupo familiar.
Es difícil en muchos casos teniendo en cuenta que, en este ejemplo anterior, la madre está recién parida, lactando, sobrellevando las pataletas por el destronamiento de la hija mayor, organizando ese inicio de curso “de la mejor manera posible”, sintiéndose culpable porque siente que “cuando la mayor empiece al cole al menos ella tendrá más tiempo para el bebé y las cosas de la casa”.
Sintiéndose aún peor porque no quiere dejar a su bebé ni reincorporarse al trabajo, mediando las actitudes de un padre que a veces acompaña en calma y otras veces le da esos gritos a la hija que le rompen el alma (esos que cuando los da otro nos parecen exagerados pero que cuando los da una misma son justificados porque ya no se podía más con la situación)…
Una mujer-madre desbordada por la presión social que implica esa escolarización temprana, ese trabajo remunerado de ambos para hacer frente a los compromisos económicos, esa necesidad de educar bien y ser buena madre. Caótico. Rompedor…
…Y pide ayuda, quiere cambiar de perspectiva y actitudes
¡Pues empezamos!
1º Compartimos herramientas sencillísimas para mantener la calma y sentirnos bien con nosotras mismas. Para cuidar a otra nosotras necesitamos estar bien, si además queremos educarla necesitamos estar también auto-controladas. Calma, autocuidado, empatía…
2º Recuperamos la mirada amorosa que favorece el vínculo seguro y fortalece la conexión emocional sana entre madre e hija. Que no falte el mensaje de amor en cada interacción, que se vuelva a emocionar cuando la vea entrar en la cocina.
3º Revisamos las prioridades establecidas en el ámbito familiar (cole, trabajos, hipotecas, extraescolares…) para ser conscientes de las decisiones tomadas, de cómo afectan a los demás miembros de la familia y así, teniendo esto en cuenta, no hacer responsable indirecta a la hija de nuestras cargas/responsabilidades económicas.
4º Aprendemos a relacionarnos horizontalmente entre los miembros de la familia siendo con firmeza y amabilidad a partes iguales. ¿Cómo? Poniendo atención e intención en atender las necesidades de todos para ser justos y generar armonía.
La firmeza va ligada al respeto por las personas y los límites que nos marcan, a la obediencia colaborativa, para el desarrollo de la voluntad, en pro del bienestar grupal e individual, a la obediencia como valor a educar en familia y que será reforzado y entrenado a través del aliento, empoderando y agradeciendo cada buena acción.
5º Dejamos clara la diferencia entre autoridad respetuosa (que cuida, ampara, sostiene) y autoridad abusiva (autoritarismo, que carece de respeto y amabilidad).
6º Aprendemos paralelamente a favorecer, permitir, el desarrollo del pensamiento crítico en la hija, ese que durante toda su vida le será de utilidad tanto para ella misma como para aportar al grupo social en el que esté (familia, empresa, equipo, pareja…).
Una madre empoderada, en calma, capaz… acompañando hijas también valientes
Mejorando personas, mejorando hogares y con ellos la sociedad
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