19 May Luchar en tiempos de coronavirus… ¿Una lucha constante?
Cada vez más a menudo me salta un automático de la atención porque cada vez más a menudo escucho y leo la expresión con la que he titulado el artículo en Mujeres Valientes.
Gerentes de empresas refiriéndose a la situación laboral, a la económica, a la relación con los empleados… como una constante lucha por su parte para que el barco siga a flote.
Deportistas de élite o que pretenden llegar a la excelencia, y sus entrenadores, usando el término “lucha” ligado a la práctica de cualquier deporte… y nuestros hijos y alumnos crecen hoy en día pudiendo creer que hacer deporte (jugar para ellos) requiere sentir lo que una lucha implica, y llegamos a campos de fútbol o tapices de gimnasia donde niñas y niños luchan por ser los mejores de la competición, caiga quien caiga.
Jugar no es luchar, eso solo es algo que dicen (y se creen) los mayores. Gestando la parte insana de la competencia y la competición
Miembros de asociaciones en pro del respeto a los derechos fundamentales de las personas también lo dicen: “Tenemos que seguir luchando para conseguirlo”… y lo veo incoherente, porque si pretendemos alcanzar e instaurar el respeto mutuo (que es lo que sostiene por ejemplo a la igualdad de género) ¿cómo vamos a conseguir respeto guerreando? ¿Necesitamos realmente “defender” algo, tenemos claro cuál es la amenaza?
Docentes, que se dirigen a los alumnos, cual sabios, con pensamientos tales como: “La vida es dura, hay que luchar para llegar a ser alguien”, “Cuando lleguéis al instituto, a la universidad, al mundo laboral… veréis la dureza de la vida y tendréis que seguir luchando…”
Y madres…sí, y aquí estoy en mi campo.
MADRES de niños y niñas muy pequeños que llegan a mí ¡pidiendo ayuda! Porque “la convivencia con su hija de 2 años es una lucha diaria” ¿Qué?
¿Me estás queriendo decir que has decidido pelear contra tu hija indefensa?
Y entonces veo que, como adulta, DECIDES entrar en esa lucha con la firme intención de ganar a tu hija a la que consideras rival o amenaza, de hecho, si no fuera con intención de ganarla no te meterías. Y tu hija ¿en qué puesto queda tu hija si eres tú la ganadora?… ¿De verdad que has decidido que tu hija sea una perdedora?… Me cuesta creerlo.
Pues lo hacen… madres y padres enfrentados a hijos pequeños, medianos y grandes por ganar, por tener la razón y dejar claro quién siente, piensa y decide en esa casa. Luchas de poder absurdas que traen efectos negativos a corto, medio y largo plazo. Luchas de poder que ponen en juego su sana conexión emocional.
¿Y en cuarentena? ¿Cuántas veces hemos escuchado a dirigentes políticos hablando en términos bélicos para referirse a la acción conjunta en pro de detener el número de contagios y detener así la pandemia? “Esta guerra la ganamos unidos”, “En primera línea de batalla”, “Luchar es la única opción”…Y no, no estamos en guerra, una epidemia no es una guerra, un virus no es un enemigo que persigue un objetivo ni ha planificado una estrategia y la lleva a cabo arriesgando también vidas entre sus soldados, no.
Cualquier habitante de cualquier otra parte del mundo donde sí están en guerra sentiría vergüenza ajena oyéndonos hablar aquí en esos términos.
No estamos luchando, estamos atendiendo, esforzándonos por, no perdiendo de vista, uniendo intereses y habilidades… pero no en guerra
Pregúntale a alguien de Siria, Irak o Yemen qué opina de nuestra “guerra”. Ésta que luchamos desde el sofá con el café caliente recién hecho en la mano y la televisión encendida enfrente. Ésta a la que sobrevivimos en nuestros hogares y con la gente de confianza alrededor; ésta en la que vamos al supermercado a por víveres, a la farmacia a por medicamentos y a internet a por caprichos.
Ésta en la que muchos decidimos cada día si vestirnos o pasar el día en pijama (porque tenemos para elegir), esta en la que deseamos ganar y terminar para ir a alternar a un bar o a ocultar la realidad de nuestro pelo cano en una peluquería.
Pregúntale. Pregúntale qué opina, cómo pasa él su guerra real, cómo se indigna ante nuestra soberbia. ¿Pregúntale si te cambia el sitio, si te cambia de guerra? ¿Aceptarías tú el cambio? ¿No?
Total… ¿Qué más da una guerra que otra, no?
Disculpadme madres, a vosotras y a todos los demás a quienes antes mencioné como empresas, deportistas, etc. Os invito a dejar de ver LUCHA donde podemos ver AVENTURA. Una aventura que traerá momentos y situaciones más o menos favorables y/o agradables y que os mantendrán juntos en el camino que recorréis mano a mano. En ese camino del acompañamiento respetuoso que tan de moda está y que tanto anheláis saber caminar con seguridad.
¿No será que la lucha con la hija (hijos, alumnado, pareja, empleado…) es el reflejo de la lucha que has decidido tener contigo mismo?
¿No será que hasta que tú no estés bien, en calma, capacitad@ (sintiéndote capaz me refiero) para cambiar tu punto de vista de Lucha a Aventura, no pondrás fin a tus guerras?
Malditas las luchas que no son tales. Malditas las decisiones que niños y jóvenes toman sobre sí mismos y sobre su forma de actuar cuando reciben estos mensajes tan poco conciliadores, desde esta falta de amparo emocional y de capacitación empoderadora.
Si lo que queremos es TRATARLES BIEN y buscamos fórmulas para el buen trato ¿por qué no dejamos de meterles en absurdas guerras y dejamos de luchar?
No voy a dejar en este artículo una queja sin dejar también una opción alternativa o solución, como hago en la vida y enseño a hijos y alumnos a hacer:
¿Qué tal cambiar ese término, “lucha”, por aventura, proyecto, camino…?
¿Qué tal dejar de decir “hay que luchar” (que con ese “hay que” resulta demoledor para el obedecedor por la carga de obligación impuesta que conlleva) y empezar a decir “podemos/debemos/necesitamos seguir esforzándonos”, “quiero mejorar”, “No debemos perder de vista nuestro objetivo”, “decido afrontar situaciones como esta”, “trabajemos duro para…”, “aunemos conocimientos y habilidades para conseguir…”?
¿Qué tal cambiar el concepto ENFRENTAR por AFRONTAR?
Vamos a ver… aclaremos conceptos y reflexionemos.
Según la R.A.E. la definición de:
LUCHA:
- Pelea en que dos personas se abrazan con el intento de derribar una a la otra.
- Lid, combate, contienda, disputa.
- Oposición, rivalidad u hostilidad entre contrarios que tratan de imponerse uno a otro.
- Esfuerzo que se hace para resistir a una fuerza hostil o a una tentación, para subsistir o para alcanzar algún objetivo.
¡Bueno! ¡Menos mal que en la cuarta acepción hay algo que nos puede “salvar” para usar el término en contexto relacional o educativo! Y la primera se refiere claramente al deporte Lucha Libre en el que los púgiles están en igualdad de condiciones, nada que ver con la relación adulto-niño ni población-virus.
Aun así fijaros en lo que sigue:
ENFRENTAR:
- Poner una cosa enfrente de otra.
- Hacer frente al enemigo.
- Hacer cara a un peligro.
Ninguna me encaja para acompañar respetuosamente. Una niña de 2 años no es un enemigo, ¡es el amor de nuestra vida!, un empleado por supuesto que tampoco, el otro equipo tampoco, son CON quienes jugamos hoy, no CONTRA quien jugamos hoy (de hecho les necesitamos hasta tal punto de que si no viniesen a jugar no habría partido).
AFRONTAR:
- Poner cara a cara.
- Hacer frente al enemigo.
- Hacer cara a un peligro, problema o situación comprometida.
- (En desuso) Poner una cosa enfrente de otra.
Y aquí la tercer sí me parece que nos serviría como sinónimo de ATENDER, porque lleva implícita la buena intención de resolver y eso sí ayuda…
…y creo que la clave es esa precisamente, la intención diferente que sugieren uno y otro término
Quizá sea interpretación mía y no muy acertada, podéis por supuesto opinar e iluminarme, yo siento que lucha es enfrentar, que es DECIDIR tener enfrentamiento y esto me trae a la cabeza armas, daño, ganar, ser mejor que, usar la fuerza (física, verbal y actitudinal), generar estrategias por el triunfo sobre el otro, evitar el gran riesgo de perder, quedar por encima del otro…
Y que afrontar es recibir en calma, aceptar y tomar distancia para relativizar, tener claro el objetivo y atenderlo en positivo. Me trae abrazar el riesgo de la aventura, me trae recursos no punitivos como los argumentos, la escucha, la acción conjunta, la resolución pacífica de conflictos y la implicación para el alcance de los objetivos comunes.
Comunes sienta mejor que lucha. Sí. Afrontar implica que si fallas, si “pierdes”, revisas los errores o caminos alternativos y sigues adelante aprendiendo de ello, con nuevas estrategias que te acerquen al objetivo común.
Incluso en el tema de los miedos estoy más cómoda afrontando que enfrentando, seguirá siendo cosa de mi lógica privada
Hay una parte importante que siento de contradicción cuando, en sociedad, hablamos de lucha en estos ámbitos. Por una parte queremos evitar el acoso, el bullying, educar en la paz… y sin embargo leo panfletos de centros educativos que se refieren al ejercicio en sí como “lucha contra el bullying”.
Entonces… ¿volvemos a buscar la concordia y el entendimiento luchando? No me encaja, y a los chicos y chicas les enredamos en incoherencias.
Y, nosotros, siendo adultos, teniendo nuestro córtex prefrontal activo y utilizable (que implica ser capaces de tener pensamientos reflexivos), a ver, reflexionemos entonces… ¿Qué DECIDIMOS? ¿Decidimos ver lucha o aventura? ¿Qué elegimos para nuestra relación con hijos y alumnos, que son niños, pubertos, adolescentes o jóvenes, luchar o vivir la aventura juntos?
De nuestra respuesta a esta pregunta dependerá lo sana o insana que sea nuestra conexión emocional con ellos y de ella dependerán su integridad y su capacitación para la vida, para la aventura que es la vida.
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