26 Feb Lactancia materna VS biberón… El eterno dilema de una mamá
Hoy igual me gano algunos haters, pero no pasa nada… ¡no se puede gustar a todo el mundo!. Y es que el tema de la lactancia, hoy en día, genera más polémicas de las que debería, por desgracia.
Como siempre digo en mis post en Mujeres Valientes, ni soy médico ni pretendo serlo, tampoco matrona, ni asesora de lactancia. Escribo siempre, y solamente, desde mi EXPERIENCIA PERSONAL y lo que veo y oigo a mi alrededor.
Cuando te quedas embarazada la cabeza empieza a trabajar en mil cuestiones de cara al nacimiento del bebé. Uno de los temas importantes es cómo vas a alimentarlo. Y este es un tema que trae de cabeza a mucha gente.
Lo “normal” es dar el pecho, y lo pongo entre comillas por dos motivos: uno… Porque es lo que se suele hacer, al menos de primeras, la mayoría. Y dos… porque es lo NATURAL.
Otra opción para alimentar al bebé es a base de leche de fórmula a través de biberones.
Y aquí surge la polémica. Hay muchas defensoras en potencia de la lactancia materna, también llamadas “talibanes de la lactancia”, que piensan que dar al bebé un biberón de fórmula es como mandarlo derechito al infierno.
Cualquiera que me esté leyendo pensará: “Ya viene aquí otra de biberón a intentar defender lo indefendible”. Pues no oigan, aquí la menda ha tenido 8 felices meses de lactancia materna que se terminó por voluntad propia de mi bebé. Así que un poquito sí que sé de lo que es la lactancia materna.
LACTANCIA MATERNA… UNA DECISIÓN MUY PERSONAL
A ver, desde mi humilde opinión, cierto es que a priori la mejor opción es dar el pecho, porque es lo más natural que le puedes dar a tu hijo. Pero la lactancia es dura, sobre todo al principio, y hoy en día existe una opción B para quien lo desee.
Yo tuve claro que intentaría dar el pecho, pero que si se complicaba y lo pasaba mal yo y, por consiguiente, el bebé, no tenía el más mínimo problema en acabar con la lactancia materna y empezar con biberón.
Algunos argumentos habituales de los defensores de la lactancia materna:
- Les protege contra enfermedades. Esto no lo puedo demostrar científicamente y, como he dicho, lógicamente la leche materna es la opción más natural y la naturaleza es sabia, pero sé de bebés que se han puesto malos mil veces y tomaban pecho y otros de biberón que no se ponen malos nunca. Así que no sé hasta qué punto aplica esto.
- Se crea un vínculo irremplazable entre madre e hijo. Estoy de acuerdo, al final estás alimentando a tu hijo con tu propio cuerpo, lo cual es muy fuerte. En lo que no estoy de acuerdo es en que se diga que si das biberón tienes menos vínculo con el bebé.
- Los bebés amamantados son más listos. Sí, sí, no me lo he inventado, esto lo he leído en una de las páginas que he visitado para informarme mejor sobre el tema. No creo que haya comentarios que hacer ante esta afirmación. En fin.
Que conste, insisto, que yo he dado el pecho a mi hijo porque quise hacerlo, y que lo he disfrutado. Pero detesto que se “desprecie” o critique a quien no lo haga o a quien, como en mi caso, dejamos de hacerlo “demasiado pronto”.
Ya conté cómo fue mi proceso de parto, algo tedioso y una cesárea con mucho dolor. Cuando estaba en reanimación al salir de quirófano, tiritando de frío con los labios morados, me pusieron a mi bebé encima por primera vez. Yo quería disfrutarlo, porque llevaba 38 semanas soñando con ese momento. Pero el dolor era horrible.
La enfermera, algo brusca, me agarró el pezón y tiró de él para metérselo en la boca a mi hijo. Al día siguiente tenía un moratón en el pezón. Al bebé le costaba engancharse porque tengo los pezones planos y pequeños, así que las primeras 24 horas fueron complicadas en cuanto a lactancia se refiere.
PEZONERA PARA DAR EL PECHO: UNA SOLUCIÓN PARA QUE EL BEBÉ SUCCIONE MEJOR DURANTE LA LACTANCIA MATERNA
Una vez en la habitación, una enfermera encantadora me ayudó con el tema. Me dijo que por qué no probaba con pezoneras, por lo menos hasta que el bebé controlase un poco más. Así que allí que fue Mr F rápidamente a la farmacia a por pezoneras. En cuanto me las puse noté enseguida que Pequeño G succionaba infinitamente mejor. Pero, a pesar de mi felicidad por ver mi hijo succionar de verdad, siempre había revoloteos de comentarios: “eso no puede ser muy bueno”, “yo creo que así coge gases”, “me parece que así es peor para él”.
Cuando una está con unos dolores horribles porque le rajaron la barriga hace unas horas, pero además está pendiente de un recién llegado bebé que depende de ti, que tiene hambre, que intentas por todos los medios que se alimente…estos comentarios duelen mucho. Pero seguí con mis pezoneras, aunque intentaba de vez en cuando, sin éxito, que el bebé se enganchase sin ellas.
Nos fuimos a casa, y empezó la noche del horror. La primera noche en casa la recuerdo de las peores de mi vida. El dolor de la cesárea, el bebé que no paraba de llorar (seguramente de hambre), la leche que sube, los pechos enormes y como piedras, tu marido agobiadísimo por los vecinos y tu madre que viene con su buena fe a decirte que cree que el niño tiene hambre, que igual las pezoneras impiden que coma bien, bla bla bla.
Solo recuerdo ponerme a llorar desconsoladamente de no saber dónde meterme para que todos me dejasen tranquila, a mí y a mi bebé.
A los 2 días de estar en casa volvimos al hospital, el bebé estaba “amarillo”, así que lamparita de rayos uva al canto y vuelta a la habitación de al lado de la que salimos 3 días antes.
Yo seguía con mis pezoneras, mi manta eléctrica y mi bolsa de hielo para controlar esos pechos-piedra rebosantes. Y de pronto apareció Nines, una asesora de lactancia maravillosa que trabaja en el área de neonatos. Le dije que me gustaría no tener que usar las pezoneras, que no dejan de ser un incordio porque hay que mojarlas antes de usarlas, se despegan y vuelta a lavar, etc.
Con una paciencia y una amabilidad envidiables se sentó conmigo a enseñarme cómo intentar dar de mamar a mi bebé sin pezoneras y qué posturas usar. ¡Bingo! Con paciencia y cariño funcionó a las mil maravillas y dejé de usar las dichosas pezoneras.
Pequeño G comía que daba gusto. Pero al igual que me topé con Nines, había mucho otro personal en el hospital que, aunque de buena fe y con mucho cariño, me daban informaciones contradictorias. Esto demuestra que hoy día aún no hay unos estándares respecto al tema lactancia, al menos no hay consenso de opiniones dentro de un mismo centro hospitalario.
Venía un pediatra y me decía que el niño había nacido con poco peso y tenía que comer más, que me sacase leche después de cada toma y le diese un biberón extra de mi leche. Llegaba otra persona y me decía que no me sacase leche, que mientras el niño estuviese bien hidratado y no bajase de peso de forma alarmante que no me preocupase, que todo se iría regulando poco a poco.
Lo de sacarme leche en el hospital era una odisea y salía bien poco, así que como Pequeño G succionaba bien, me salía la leche, comía bastante a menudo y mojaba pañales todo el rato, pasé del biberón extra.
Y llegó la única de las cientos de personas que me atendieron en el hospital esa semana que fue una verdadera ESTÚPIDA. Esa enfermera, entró en la habitación, Pequeño G comiendo y me pregunta: “¿le estarás dando el biberón extra de tu leche en cada toma no?”. A lo que le contesté: “Pues hoy ya no, porque me cuesta la vida sacar 10 míseros mililitros y veo que él está comiendo bien”. A lo que su respuesta fue: “Vaya, qué bien eso de no seguir las pautas que te indican los profesionales, allá tú con lo que consideras mejor para tu hijo”. Todo esto lo dijo en todo despectivo mientras abandonaba la habitación sin darme opción a contestarle. Si vuelvo a encontrarme con esta señora algún día que se prepare para mi charla.
Todo iba bien, y a los 10 días nos fuimos a Sevilla y empecé de pronto a sentir dolor al darle el pecho a Pequeño G. Notaba como pinchazos en los pezones que fueron en aumento hasta hacerme llorar del dolor cada vez que le daba de comer. Probé a ponerme la pezonera de nuevo y conseguía aliviarme un poco, pero el dolor era insoportable. Ahí estuve a punto de tirar la toalla y lanzarme al biberón.
ASESORAS EN LACTANCIA MATERNA… UNA AYUDA IMPAGABLE
Busqué en internet alguna asesora de lactancia en Sevilla y me apareció un grupo que hacían ese mismo día. Allí que fuimos Mr F y yo con nuestro bebé de 15 días y mis pechos doloridos. Me dijeron que se trataba de una mastitis clínica, que afecta a la areola del pezón y que puede ser el comienzo de una mastitis como tal.
Me recomendaron tomar los probióticos Lactanza Hereditum. Y eso hice nada más salir de allí. Al día siguiente el dolor había remitido bastante y a los dos días había desaparecido. He de decir que estas chicas salvaron mi lactancia materna, porque si no llego a ir ese día a ese grupo, habría ido a la farmacia a por una lata de leche y un biberón. Con lo que mi hijo hubiese estado igual de bien alimentado, que conste.
Como dije, yo estuve dando lactancia materna a mi bebé hasta los 8 meses. A los 5 empecé a darle algo de fruta, además de pecho a demanda, porque estaba bajito de peso. Luego a los 6 comenzamos la alimentación complementaria, con un biberón de cereales mañana y noche, verduras a mediodía y fruta para merendar. Aquí es cuando las tomas de pecho se empezaron a reducir considerablemente.
Mi bebé dejó de despertarse por la noche en cuanto empecé a darle el biberón de cereales, así que le daba pecho antes de cada comida, también antes de cada biberón, para que no se llenase con el biberón y rechazase el pecho. Pero a los 8 meses empezó a llorar cada vez que le daba el pecho previo a comer, y le ofrecía el biberón y se volvía loco. Así que me di cuenta de que prefería el biberón al pecho, y por eso pusimos fin a la lactancia materna.
Siempre agradeceré que fuera de esa forma. Yo no tenía problema en seguir. Eso sí, me puse como límite el año porque a mí, personalmente, no me apetecía sacarme la teta para un niño que ya empezaba a juguetear con ella y que ya tenía un tamaño considerable. Pero que mi hijo decidiera a los 8 meses no querer más pecho me resultó maravilloso. Al principio reconozco que tuve una mínima sensación de “frustración”, que me duró unos 10 minutos, para que nos vamos a engañar. Pero luego empecé a sentirme liberada.
Está claro que la lactancia materna, además de ser lo natural, tiene algunas otras ventajas prácticas:
- Comida siempre disponible, en cualquier lugar, a cualquier hora. Sin necesidad de biberones, de agua caliente, de leche en polvo…
- Lo anterior aplica también cuando el bebé está molesto por algo. No hay nada como la teta para calmar a un bebé, sobre todo un bebé pequeño que no entiende. Si con la teta no deja de llorar, ¡preocúpate!.
- Ahorro económico. Puede parecer una tontería pero entre biberones, leches que valen un dineral, artilugios varios, etc. Te dejas una pasta si das biberón desde el primer momento.
En resumen, la lactancia materna tiene muchas ventajas, pero hay que reconocer que es tremendamente esclavizante para la madre. Pero, ante todo, es una decisión PERSONAL de cada madre y que, por tanto, debe ser RESPETADA, tanto si decide dar el pecho como si decide dar el biberón, sean cuales sean sus motivos.
Porque lo más importante es que mamá y bebé estén a gusto y felices, y si mamá no está feliz dando el pecho, el bebé tampoco lo estará
¿Y para ti? ¿Cómo ha sido tu experiencia con la lactancia materna?… Cuéntanoslo
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