Desaprender para volver a aprender... ¡No es cuestión de edad!

Desaprender para volver a aprender… ¡No es cuestión de edad!

Desaprender para volver a aprender... ¡No es cuestión de edad!

Ahora que acabo de volver la vista atrás y mirar todo el camino que llevo recorrido, no tengo palabras para agradecer la vida que he tenido.

¿Que si lo he pasado mal? Por supuesto… ¡muchas veces!; porque además cincuenta y dos años dan para mucho..

¿Que si he perdido? Tanto que no tendría espacio para hacer un recuento. Lo más doloroso, notar la ausencia de la gente a la que más he querido. A mi padre y a mi madre a los que no hay día que no recuerde con una sonrisa y con un vacío enorme porque no puedo verlos, tocarlos, besarlos y hablar con ellos.

¿Que si he aprendido? ¡Pues claro que he aprendido!… No he dejado de hacerlo desde que tengo certeza de quién soy. Aprender es lo más valioso de todo este recorrido y aprender de los demás lo que más me ha enriquecido en estos años.

 

Desaprender para volver a aprender… ¡Cuestión de ganas!

 

La vida; mi vida, ha sido una continua sorpresa… Llena de descubrimientos y de gente que me ha ayudado a valorar todo lo que tengo y a desvelarme nuevas maneras de ver el mundo.

He sido una inconformista durante toda mi vida y ya a los trece años quise “montar” un club con chicas de mi edad con sede física incluida (por algún lugar de la geografía de mi casa tengo guardados los estatutos que llegué a escribir) y es ahora, cuando hace apenas cuatro años, Mujeres Valientes se hizo realidad (¡aquel club soñado cuando aún era una niña!).

Quise vivir muy rápido y por circunstancias que no vienen al caso, me casé joven y fui madre con apenas 22 años. Una decisión que cambió mi vida para siempre porque mi hijo fue, a partir de ese momento, lo más importante.

Entre clases, extraescolares, deportes, idiomas y la separación en el año 1993, y con un “enano” de tres años pegado a mi, me lancé al mundo sin red.

Fueron años muy complicados y difíciles, así que tuve que aparcar mi deseo de ir a la Universidad pero cuando mi hijo comenzó sus estudios de Derecho, empecé con los míos de periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla. Corría el año 2007 y acababa de cumplir 40 años.

Era todo un reto pero ¿quién dijo miedo?

 

Emoción es poco para describir cómo me sentí cuando pisé, por primer vez, los pasillos de la Facultad. Jóvenes por todos los pasillos. Felices, entusiasmados y con la misma cara de despistada que la mía. Carreras, risas, mucho ruido y prisas para ocupar el lugar que compartiríamos durante años (nunca olvidaré esos primeros minutos y cómo me agarraba con fuerza a la carpeta que llevaba como si fuera mi salvavidas en ese mar de juventud).

Y claro, la cara que pusieron cuando entré el aula fue para no olvidar… Creyeron que era la profesora. La magia se terminó cuando vieron que me sentaba con ellos. A partir de ese momento fui una más, pero sin dejar de sentir los ciento cincuenta ojos que se posaron en mis espaldas, el murmullo que se hizo, y la voz de alguno de ellos que decía “¿Pero, ¿Y esta señora que hace aquí?”.

Para ellos, al principio, era una advenediza que entraba en su mundo para fiscalizarlos, por lo que, “armada” de una paciencia infinita, me fui amoldando a ellos y ellos a mi… Apuntes, trabajo en equipo, organización, cincuenta asignaturas y más de trescientos créditos más tarde; aquellos cinco años se convirtieron en una experiencia vital junto a los mejores chicos que he conocido nunca.

Algunos profesores me lo pusieron muy difícil pero nada que no pudiera superar con ayuda de la asignatura obligatoria más importante de toda la carrera y de la vida: la humildad. Una lección que nunca olvidaré y que me ha servido para darme cuenta de que todos los días voy a cruzarme con alguien de quién aprender.

 

En la Universidad me di cuenta de lo poco que sabía y que mis cuarenta años no me iban a servir para nada

 

Poco a poco los años fueron pasando y, a día de hoy, de aquellas aulas me quedé con lo mejor: con la amistad de María, Alvaro, Alvaro (otro Alvaro) Concha, Rosa, Elena, Raúl, Adrián, Ana, Carmen, Alejandro, Nacho, Juan Pablo, Isabel, Patricia, Anita White, Antonio, Elena…

De ellos me guardo los abrazos sinceros cuando nos cruzamos por la calle; los ojos llenos de cariño y el mucho respeto que nos tenemos.

Ahora, cuando quedo con algunos de ellos son muchas las confesiones que nos hacemos junto a una taza de café. Siento su reconocimiento y el agradecimiento por los consejos que les daba, por las horas de trabajo duro y por las risas durante las clases, y los nervios que pasábamos en los exámenes.

 

Desaprender es tener la mente abierta a nuevos conocimientos que te pueden dar otras personas

 

Siempre tenemos momentos para recordar las tardes en la cafetería, las últimas charlas en las escaleras del edificio… Las grabaciones de radio. Los más de cien bolígrafos que gasté; las colas en la imprenta esperando el turno para fotocopiar. Y qué decir de los  sueños en los que me contaban cómo iban a cambiar el mundo. ¡BENDITA INOCENCIA!.

Y sí, lo hicieron (¡Vaya si lo hicieron!). Cambiaron, el mundo y, lo más importante ¡cambiaron el mío!… La forma de percibirlo, se sentirlo y de vivirlo y modificaron, totalmente, mi manera de verlos y de entenderlos.

 

 

En esa Facultad aprendí (porque además me licencié) pero de allí me llevé una experiencia emocionante, única e irrepetible porque de allí… ¡me llevé más vida!.

La Universidad fue un viaje verniano en la edad que tenía que ser. Un viaje que me abrió la mente para llenarme de la sabiduría de la gente joven, arriesgada, divertida y auténtica.

Ahora, al cabo de los años, vuelvo a esta institución con mi querida Esther Mesa. Llevamos a cabo el encargo de formar a #lasmujeresdelfuturo en clave de emprendimiento y desde el liderazgo femenino. Ellas son mujeres llenas de sueños, proyectos y ganas de ayudar a la gente; mujeres formadas, perfeccionistas y con un sentido del trabajo fuera de lo común.

Trabajamos junto a las mujeres de Áurea US’ Program en sesiones que me están suponiendo compartir, de nuevo, buenos momentos entre las paredes de una Universidad que apuesta por la formación en un mercado muy competitivo en plena era digital.

La Universidad me vuelve a dar otra oportunidad pero esta vez desde el otro lado y con las mismas ganas de aprender porque, y como bien reza el título de esta publicación,

 

Desaprender para volver a aprender… ¡No es cuestión de edad!

 

 

 

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MARÍA JOSÉ ANDRADE ALONSO
mjandrade@mujeresvalientes.es
2 Comments
  • Diana Granada
    Posted at 11:26h, 02 abril Responder

    Me encanta la energía, la fuerza y el buen rollo que transmites siempre. Fue un placer conocerte, y un acierto colaborar contigo. Eres una mujer valiente de los pies a la cabeza, y un ejemplo a seguir!

    • Foto del avatar
      Mujeres Valientes
      Posted at 08:42h, 03 abril Responder

      Mi querida, Diana… Una suerte para Mujeres Valientes el que tú siempre estés dispuestas desde la otra punta del mundo y en confiar, ciegamente, en este proyecto desde el principio.
      Gracias por contarnos tus inquietudes, cómo es tu día a día (casi en la frontera del Brexit) y nos brindes experiencias irrepetibles para ayudar a las demás.
      Gracias por compartir tanto, por ser una MUJER VALIENTE y por estar en Mujeres Valientes.
      Un beso enorme.

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