29 Ene A flor de piel de Javier Moro
El escritor madrileño Javier Moro nos descubre a una sorprendente y valiente mujer en su última novela, “A flor de piel” (Seix Barral). Un personaje real, poco conocido por la Historia, pero con un destacado papel en la que fue la primera Misión Humanitaria, que llevaría a América y Asia la vacuna contra la viruela a principios del siglo XIX.
La novela recrea así esa expedición filantrópica y sanitaria, centrada en la peripecia de los dos médicos que la llevaron a cabo, los doctores Francisco Javier Balmis y José Salvany, y la enfermera que los acompañó en la arriesgada aventura, la coruñesa Isabel Zendal, rectora de la Casa de Expósitos.
Como cuenta la novela, en 1803, bajo el reinado de Carlos IV, y por empeño personal del monarca, esa misión humanitaria como no ha habido otra, dio la vuelta al mundo extendiendo gratuitamente la vacuna de la viruela. La hazaña la protagonizaron los dos médicos e Isabel, acompañados de un grupo de niños, pobres y huérfanos en su mayoría.
Una misión del más amplio alcance, a pesar de la precariedad de medios y los obstáculos, pero realizada desde el entusiasmo y la entrega, que habría de costarle la vida incluso a algunos de sus participantes.
El autor de la novela, Javier Moro, nos descubre así a Isabel Zendal, de la que apenas ha quedado rastro, y a la que ya en los años 50 la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó como la primera enfermera de la Historia en Misión Internacional.
La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, que así se llamó esta misión, se realizó en un momento de desmorone del Imperio, con las arcas muy mermadas para una empresa así, por lo que sorprende que con tan escasos medios saliera adelante.
La idea era llevar a las provincias españolas de América y Filipinas el remedio a la viruela, enfermedad conocida entonces como la flor negra. Un remedio que era algo absolutamente novedoso y que venía a sustituir a procedimientos anteriores que entrañaban riesgos.. Pero la vacuna provocaba reticencias por haber sido extraída de las vacas infectadas (de ahí el nombre de “vacuna”) y eran muchos los que no veían con buenos ojos “mezclar fluídos de especies”
Como portadores y reservorios vivientes de esa vacuna, los niños fueron una pieza fundamental en esta expedición. Niños de hospicios en su mayoría, a los que inoculaban la viruela de las vacas, y que fueron así auténticos conejillos de Indias . Precisamente en este aspecto, el de la protección de los pequeños, es donde el personaje de Isabel Zendal se revela en la novela como el más humano de la expedición, dolida por el abandono, por duplicado, que sufren estos niños, y que se resiste a que sean usados para ser devueltos luego a su misma miseria u otra vida aun peor.
“A flor de piel” muestra al doctor Balmis obsesionado con salvar a la Humanidad con mayúsculas y autoconvencido de que para salvar al mundo hay que hacer sacrificios, mientras que el personaje que aparece más abnegado y volcado en esa labor de ayuda será el del otro médico, Salvany, al que pocos recordaron después de vacunar a un cuarto de millón de personas y dejarse literalmente la vida en el empeño.
Toda la peripecia real de esta expedición, con sus naufragios, tormentas, trampas, lucha y muerte, se novela también con historias de amor, con Isabel como centro.
“A flor de piel” recupera con pasión y detalle esa hazaña memorable de una expedición que no sólo luchó contra los elementos, sino también contra la incomprensión de colegas médicos, o la ambición de virreyes corruptos y gente sin escrúpulos que quiso hacer negocio con la vacuna. De hecho, en América se enfrentarían entonces los dos conceptos de Sanidad: la pública y gratuita, contra la de pago.
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